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Opinión | EL BOLETÍN DEL DIRECTOR

¿Más es más?

El director de FARO, Rogelio Garrido, analiza los temas claves de la actualidad de esta semana

El director de FARO, Rogelio Garrido, analiza los temas claves de la actualidad de esta semana

El director de FARO, Rogelio Garrido, analiza los temas claves de la actualidad de esta semana / FDV

Los publicistas han moldeado con sus frases ocurrentes y eslóganes agudos nuestra forma de afrontar la realidad. Just do it, la chispa de la vida, piensa en verde, Red Bull te da alas, lo bueno sabe bien, el secreto está en la masa, porque yo lo valgo, los diamantes son para siempre, conecting people… todas estas frases y otras muchas ya forman parte de nuestro acervo lingüístico. Las escuchamos y rápidamente las asociamos con un artículo, pero también las empleamos en el día a día dándole un uso diferente del que inicialmente estaba previsto. Una de las que ha triunfado en los últimos años es “menos es más”, en una apelación a lo sintético, a lo esencial, a lo mollar frente a lo barroco, lo superficial y lo accesorio. En un mundo el que el tiempo es un valor preciadísimo el mensaje era nítido: mejor poco pero bueno frente a mucho y mediocre. Más chicha y menos ruido. Esa idea se llegó a trasladar a todos los ámbitos de la actividad humana. Y parecía lógico que así fuera.

Sin embargo (en la vida siempre hay un sin embargo acechándonos a la vuelta de la esquina), empieza a cobrar fuerza una corriente en la dirección contraria: más es más. Así, si nos fijamos en cómo está el mundo (aparte de hecho un asco) veremos que las superpotencias económicas, políticas y militares (las clásicas y las emergentes) son las que tienen más población, a la cabeza de todas China, pero también la India, y, claro, Estados Unidos o Rusia. De hecho, una de las razones por las que Ucrania nunca ganará una guerra al dictador Putin es porque su ejército es un tercio del ruso. O sea, que el tamaño importa.

Pero hoy yo no quería hablaros del patio internacional, sino del galaico. Porque, amigos, nuestra familia está a punto de crecer, y a lo loco. Más de 750.000 hijos o nietos de gallegos están tramitando su pasaporte español. Si se cumple el porcentaje de aceptación del último proceso de nacionalidad de 2007, unos 600.000 lo conseguirán. Sí, han leído bien, 600.000, casi tantos como la suma de los habitantes de las provincias de Ourense y Lugo. Y si esos 600.000 se añaden al más de medio millón que ya residen fuera de nuestras fronterasen poco tiempo habrá un millón de gallegos en la diáspora. Uno de cada dos nuevos solicitantes del pasaporte tiene vínculos sanguíneos con gallegos. La cosa tiene miga. Ahí se abre, por ejemplo, una enorme ventana de oportunidad para rejuvenecer una población tan envejecida como la nuestra (somos los japoneses de Europa) y también un jugoso melón en busca del voto (me da que nuestros políticos van tener un pie en la tierra de Breogán y el otro al otro lado del Atlántico).

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Pero también irrumpirá un extraordinario mercado laboral. Porque en la economía más es más. Nuestros astilleros, por ejemplo, no pueden firmar nuevos contratos porque carecen de trabajadores con una cualificación suficiente y un interés mínimo (a algunos el trabajo duro les espanta como a los gatos el agua). La construcción está en similar situación. Del sector servicios (hostelería, restauración…) ni les cuento. Y encontrar personal que se dedique a la asistencia social es misión imposible. Vamos, que frente a aquel eslogan legendario de “vente pa Alemania, Pepe”, habrá que empezar una campaña con el “vente pa Galicia, ché”. Y dicho esto, me gustaría confesarles que me parece injusto que el vínculo sanguíneo te pueda conceder el pasaporte de inmediato, mientras que para otros miles de SERES HUMANOS que no tienen ese pasado familiar ni el mismo color de piel (por ejemplo, los migrantes africanos que huyen del hambre y una muerte segura) las únicas puertas abiertas que se les quieren ofrecer son las de la devolución a sus países.

Las empresas, como las pesqueras, se han dado cuenta desde hace tiempo que más es más. Que solo creciendo, pero conservando las riendas del negocio, sus posibilidades de sobrevivir, y de no ser engullidas por gigantes trasnacionales, se refuerzan. Así, por ejemplo, Profand del admirable Enrique García Chillón, está acelerando su proceso de expansión de negocio. Esta semana les hemos mostrado las primeras fotos de lo que será su emblema: un pesquero de 40 millones, el más caro encargado por una armadora gallega, que se construye en Marín.

Si más es más, menos sería menos. Como el caso de las electrolineras. En Galicia solo el 5% de las 2.000 instaladas son de carga rápida. En el resto el propietario de un vehículo tendrá que esperar entre tres y 19 horas para suministrar energía a su turismo. ¡Oiga que yo solo vengo a cargar el coche y esto parece la cola de Urgencias!, protestará más de uno. Así es imposible que el coche eléctrico arranque. Y así también se explica que los grandes fabricantes estén parando la producción y mandando gente a casa con ertes y, en el peor de los casos, con eres.

Y, en ocasiones, lo aparentemente poco es insoportablemente demasiado. Casi 40 gallegos enfermos de ELA han fallecido mientras esperaban por la ayuda prometida hace un año por el Gobierno. Esta semana por fin han anunciado que los pacientes podrán recibir hasta 10.000 euros al mes para contar con profesionales que les ayuden en su doloroso día a día. Habrá quienes piensen que es mucho dinero, pero yo no. Al contrario, creo que los más de 365 días que han pasado entre lo prometido y lo concretado ahora es un tiempo inmenso. Como pienso que las penalidades que han debido pasar esos cuarenta fallecidos, y sus familias. Pedir perdón, como hizo el ministro responsable de la cuestión, es lo mínimo. Ahora esperemos que las ayudas lleguen ahora con celeridad, y no se atasquen en una maraña burocrática. Porque cada día que pase sin recibirlas será un dolor insufrible.

¡Buen finde!

Email: director@farodevigo.es

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