Opinión
Cambia la hora, no el cuento

España propondrá a la UE acabar con el cambio de hora en 2026 / FdV
De entre todos los debates estériles que sufrimos cada año, el del cambio de hora se lleva la palma. Para sorpresa mayúscula, quien lo ha sacado a la palestra —antes de tiempo— ha sido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que anda muy preocupado por «el impacto negativo en la salud y la vida de la gente» y porque «apenas ayuda a ahorrar energía». Muy mal deben de andar las cosas allá por los madriles para que sea precisamente el ritual de adelantar o retrasar una hora los relojes lo que le quite el sueño al mandamás de la Moncloa.
Con todo, la polémica está servida, y ni los mayores expertos en la materia logran ponerse de acuerdo.
Entonces, ¿qué hacemos? ¿Mantenemos el horario de verano todo el año? ¿El de invierno? ¿O seguimos como hasta ahora?
Si me lo hubiesen preguntado hace quince o veinte años, lo habría tenido claro: horario de verano, obvio, estirar el día lo máximo posible. Qué bien sienta salir del trabajo e ir a tomar algo, disfrutando de esas puestas de sol que son la envidia de medio país...
Ahora, que madrugo para llevar a los niños al colegio, lo del afterwork me da absolutamente igual. Prefiero que amanezca antes para que lleguen medio despiertos a clase. Y que anochezca pronto, para poder acostarlos antes y disfrutar de esa media hora —con suerte— de libertad antes de caer rendido.
Por eso lo del debate estéril. No conduce a nada. El consenso se antoja imposible, incluso entre la comunidad científica.
Argumentos a favor y en contra
Leo la entrevista de mi compañera Mar Mato con el físico y divulgador Jorge Mira, y me quedo como estoy. Él, que algo más que Sánchez sabe del tema, asegura que lo que propone el presi de todos es una «aberración». Explica, por ejemplo, que con un horario de verano permanente, durante cuatro meses al año en Vigo amanecería entre las nueve y las diez de la mañana. Ya me estoy imaginando las peleas con los críos: «¡¡¡Pero si aún es de noche, papá!!!».
Y que en el Mediterráneo, en verano, amanecería entre las cinco y las seis de la mañana, por lo que en episodios de olas de calor —cada vez más frecuentes, por desgracia— «el sol será más abrasador cuando la gente se levante».
¿Tiene razón Mira? Seguramente. Pero luego te topas con estudios como el que acaba de publicar la Universidad de Stanford en la revista PNAS, que analizó los efectos del cambio horario en la salud de los estadounidenses. ¿Conclusión? Que eliminar el cambio de hora bianual evitaría 300.000 accidentes cerebrovasculares al año y reduciría en 2,6 millones el número de personas con obesidad.
A ver, en qué quedamos.
Pues eso, que ni los que más saben del tema logran ponerse de acuerdo. Así que nada, seguiremos girando las manecillas dos veces al año mientras unos discuten si eso nos mata lentamente o nos salva la vida. Lo importante es que el debate no falte. Para decisiones ya está el calendario, y para el sentido común… bueno, para eso ya vamos tarde. Como siempre: cambiamos la hora, pero no cambiamos el cuento.
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