Opinión
Medicina para Vigo, ya

Sesión ordinaria del Consello de Goberno de la UVigo celebrada en el campus. / Duvi
No hace falta ser Sun Tzu —autor de El arte de la guerra—, Alejandro Magno, Napoleón, Aníbal o cualquier otro estratega que haya dejado su impronta en la historia para saber que, si no hay nada que ofrecer, no hay nada que negociar. Sobre todo hoy, cuando la fuerza, como en tiempos de los emperadores romanos, vuelve a ser decisiva para conseguir algo (si es que alguna vez dejó de serlo). Más que la razón, lamentablemente. Basta con echar un vistazo a las noticias de las secciones de Mundo y Economía para entender de qué hablamos. Los acuerdos se imponen por la fuerza. Si vis pacem, para bellum
—«si quieres la paz, prepárate para la guerra», decía Julio César, tan de moda ahora gracias a Santiago Posteguillo—. Y sanseacabó.
Algo similar ocurre con el debate abierto en Galicia sobre nuevas facultades de Medicina. El rector de la Universidad de A Coruña (UDC) rompió la baraja el pasado mayo al iniciar el proceso para crear su propio grado, saltándose el acuerdo firmado en 2015 entre las tres universidades, con el amparo de la Xunta —que ahora parece querer ponerse de perfil—, para descentralizar Medicina desde Santiago (USC). Desde entonces, poco o nada se ha avanzado; es cierto. Con ese movimiento, la institución herculina, que atraviesa serios problemas de financiación —públicos y notorios—, se armaba de una palanca de presión con la que ha mantenido la delantera.
En Vigo, han tenido que pasar cinco meses para que el rector, Manuel Reigosa, hiciera lo mismo y reclamara una facultad propia si no hay acuerdo —que no lo habrá; lo contrario sorprendería mucho—, pese al respaldo absoluto de la sociedad olívica (todos los agentes sociales se han mostrado a favor, y el que desentona, algún día tendrá que explicar por qué). Pese a que es una demanda que viene desde los años noventa. Pese al potencial sanitario e investigador del área. Y pese a que, si existieran dos grados de Medicina en Galicia, lo lógico —por sentido común y equilibrio territorial— sería mantener uno en el norte (USC) y otro en el sur. En ningún caso ambos en la misma provincia.
Las tres posturas
Pero lo pasado, pasado está. Ahora sí, Reigosa ha dado el golpe en la mesa que la mayoría de los vigueses exigía y ha reclamado la facultad, recordando que el área aporta el mayor volumen de estudiantes de Medicina de Galicia: es la gran cantera sanitaria de la comunidad. Por fin, en esta negociación a tres bandas entre rectores, Vigo llega con fuerza y argumentos para exigir. Porque está claro que la razón, por sí sola, no basta.
A Coruña no se desviará un ápice de su estrategia, más con alguna universidad privada pisándole los talones. Santiago defenderá con uñas y dientes lo que cree suyo por historia y derecho (es la primera responsable de que el proceso de descentralización vaya a cuentagotas). Y Vigo no puede seguir como mero espectador. En este tablero donde cada cual mueve ficha por su propio interés, quien no planta cara se queda fuera de la partida. Y Vigo se merece más que ninguna otra ciudad una facultad propia de Medicina.
Repito: la razón no basta. Hace falta poder, presión, insistencia… y algo de ruido. Vigo ha tardado, pero ha llegado. Y ahora que lo ha hecho, no puede permitirse volver a la casilla de salida. Ha de ir a por todas. Porque si no se impone con firmeza, otros lo harán por ella. Y entonces, como siempre —también ahora—, no habrá nada que reclamar. Porque donde no hay fuerza, no hay negociación. Y donde no hay negociación, no hay victoria. Ni futuro.
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