Opinión
Jugar con el miedo de la gente
Parece increíble la receptividad de los medios de Occidente a la incesante propaganda de la OTAN en relación con la guerra de Ucrania.
Incluso los de un país todavía neutral —¿por cuánto tiempo?— como Suiza no parecen tampoco inmunes como demuestran muchos titulares.
Basta citar algunos que a uno le parecen inverosímiles. Por ejemplo, este del Tages-Anzeiger, de Zúrich: «Un ataque a Suiza parece de pronto imaginable» (1).
Y prosigue el diario: «Un ataque aéreo contra Zúrich, Berna, Ginebra o el túnel de San Gotardo ha dejado de ser una quimera».
Lo mismo escribía el también zuriqués Blick: «¿Un ataque a Suiza? Por desgracia, una posibilidad».
Además, el diario creía saber el arma que se utilizaría y desde dónde se lanzaría: Rusia atacaría a Suiza desde Kaliningrado con un misil hipersónico Kinzhal».
El más internacional de los diarios suizos en lengua alemana, el Neue Zürcher Zeitung, no podía ser menos y así advertía de la posibilidad de un ataque ruso con un misil balístico contra una central europea de distribución de energía en territorio helvético.
También la televisión suiza trataba de asustar así a la audiencia: «Misiles y drones de combate sobre infraestructuras como el aeropuerto de Zúrich, las centrales eléctricas y el palacio federal (de Berna)».
Y como ocurre en otros países, todos esos medios recurrían siempre a expertos militares para justificar el peligro que suponía el no parar a tiempo a Putin.
La única pregunta en el aire, y ahí había diversidad de opiniones, era la de cuándo decidiría el presidente ruso atacar no ya sólo a algún país de la OTAN, sino también a Suiza, que ni siquiera pertenece a la UE, segundo brazo de la Alianza.
¿Podría ser en 2027, como sugirió la televisión suiza, o tal vez al año siguiente, como aventuraba el Neue Zürcher Zeitung? De lo que no podía haber, sin embargo, duda es de que la Rusia «imperialista» de Putin atacaría.
Y el problema para Suiza, como para tantos otros países europeos, es que no cuenta con un defensa antiaérea capaz de repeler ataques de ese tipo, según reconoció el ex jefe de su Fuerza Aérea Bernhard Müller al dominical Sonntagszeitung.
Si uno sigue esos razonamientos, que no son otros que los que uno puede leer o escuchar diariamente en Alemania, es obligada otra pregunta.
Y es esta: ¿por qué entonces va a esperar Putin todavía dos o tres años para atacar a Occidente y no lo hace ya, aprovechando que, como dicen, ninguno de nuestros países está en condiciones de defenderse?
¿O es que Putin es partidario del «juego limpio» en la guerra, que al fin y al cabo, como decía nuestro filósofo Ortega, es un deporte, y ha decidido esperar a que las fuerzas de uno y otros estén equilibradas?
(1) Las citas están recogidas del semanario Die Weltwoche
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