Opinión
Maneras de morir
En poco menos de un mes, la ciudad brasileira de Belém, capital de la Amazonia, acogerá la trigésima conferencia sobre cambio climático (COP 30). Desde la Cumbre de Río (1992) que dio forma a los actuales foros, las COP’s han sido el parlamento de la cooperación medioambiental. Se lograron consensos importantes con el Protocolo de Kyoto (1997) —para reducir las emisiones de gases causantes del efecto invernadero— y el Acuerdo de París (2015) —para limitar el aumento de la temperatura global—.
Aunque en el reverso de cada convención sentimos los cambios como insuficientes, da la impresión de que llegan tarde y, lo que es peor, en el transcurso surgen nuevos «marrones». Por ejemplo, cuando es patente la necesidad de abandonar los combustibles fósiles, nos damos de bruces con una inesperada climatología: cada año más desproporcionada y difícil de controlar. Nadie preveía, como en las pelis de catástrofes, que las tormentas evolucionaran así.
En este sentido, reflexionaba días atrás el presidente brasileño —Lula da Silva—, que la mitigación del cambio climático también tiene que ir de la mano del combate al hambre y a la pobreza. A nadie se le escapa que tanto la sequía extrema como la subida del nivel del mar provocarán la desaparición de millones de km2 de tierras de cultivo y de espacios habitables. El desastre geopolítico será considerable: conflictos por los alimentos y el desplazamiento de cientos de miles de personas buscando refugio.
Es evidente que la seguridad alimentaria, igual que frenar el cambio climático, tienen un precio. Así, podemos movilizar recursos para afrontar estas situaciones o... pasapalabra. Ahora precisamente que el presupuesto armamentístico engorda (el gasto militar mundial, sólo en 2024, se elevó hasta los 2,3 billones de euros, según la ONU) y parece que nadie duda de su necesidad, debemos cuestionarnos: ¿detenemos la hambruna perpetua de los países menos desarrollados? ¿O da igual?. Y mejor no seguir preguntando, porque después vendrían calentamiento global y pobreza.
Leño, la banda rock liderada por Rosendo Mercado, tiene entre sus éxitos «Maneras de vivir». La letra hace referencia a sentirse diferente. He tomado prestado el título, porque viendo la de pasta que estamos enterrando en parafernalia bélica, que —sin duda— no destinaremos a financiar la transición climática, ni tampoco para ayudar a los países a adaptarse a los efectos del cambio climático ni mucho menos a reformar las instituciones multilaterales que siguen endeudando a quienes mayores dificultades tienen para pagar; parece que hoy en día sólo buscamos sentirnos diferentes al palmarla: espicharla en una guerra, de hambre por nada tener que comer o asediados por un clima intratable. «No sé si estoy en lo cierto/ Lo cierto es que estoy aquí/ Otros por menos han muerto/ Maneras de morir...».
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