Saltar al contenido principalSaltar al pie de página

Opinión | El correo americano

Guerra y paz

Viene lo más complicado: que Israel y Hamás cumplan

Si el plan ideado por Donald Trump para establecer la paz en Gaza finalmente se materializara, sería un logro indiscutible de su administración, y es a él a quien habría que atribuirle gran parte del mérito. Sería, además, una buena noticia. Lo perentorio es acabar con las matanzas indiscriminadas de civiles y que los rehenes regresen a sus casas. Una vez conocidas las respuestas afirmativas de las partes implicadas, viene, sin embargo, lo más complicado: que Israel y Hamás cumplan con los puntos reflejados en los acuerdos poniéndose en marcha una larga y delicada reconstrucción. Y esto, que está por ver, requiere mucho trabajo, dedicación y, sobre todo, compromiso.

Trump no es el primer presidente que se propone solucionar el conflicto entre Israel y Palestina. Y una cosa es el cese temporal de las hostilidades y otra muy distinta una conclusión satisfactoria para dos comunidades con aspiraciones nacionales enfrentadas que llevan años acumulando (y manifestándose) odio y resentimiento. Pero no se puede negar, de nuevo, la perspicacia del mediador estadounidense en este territorio complejo, incluso aunque solo sea para detener momentáneamente la pérdida de vidas humanas, incluidas las de muchos niños. Parece que las motivaciones tampoco importan demasiado si los resultados acaban siendo los deseados. Uno intuye que la pasión de Trump por la paz, como en tantas otras cosas que hace, se debe más a una cuestión de ego y de ambición personal que a un proyecto político sólido y meditado para esa región del mundo. Hace la paz… para que le den el Premio Nobel de la Paz. Aunque las motivaciones, con el tiempo, acaban arrebatándole el protagonismo a los resultados, desenmascarando a las personas, ensombreciendo los legados y desmitificando a los personajes históricos.

A pesar de todo lo mencionado, también debemos analizar este éxito en el contexto del movimiento MAGA y la política doméstica del líder republicano. Como ocurre con los aranceles, si falla, es un desastre, pero si acierta (o si se le atribuye el acierto) también puede provocar otro tipo de daños. En este movimiento reaccionario y mesiánico, los logros presidenciales son interpretados como señales divinas, acontecimientos que permiten incluir a Trump en disparatadas teorías teológicas en las que el republicano ejerce el papel de salvador, de profeta, de enviado por Dios. La paz no sería sino una muestra más de la misión encomendada por el Altísimo. Además de la justificación religiosa, también está la ideológica: sus aciertos son nocivos en otros aspectos porque sirven como coartada para seguir implementando estrategias democráticamente dudosas. Sabemos que la gente puede mirar hacia otro lado cuando se abusa del poder o se castiga a determinadas minorías si los trenes siguen llegando a su hora.

En política, a diferencia del arte, no se puede separar tan fácilmente al autor de la obra. Porque el autor ha de mostrar un comportamiento ejemplar. El acuerdo de paz supone un paso hacia adelante. Pero eso no legitima la militarización de las ciudades, las redadas migratorias o la jerga autoritaria. No legitima su falta de educación o sus mentiras. También sería una ironía que el presidente del aislacionismo y del America First llevara la paz a Gaza e iniciara un conflicto en su país. Que el hombre que no quería inmiscuirse en los asuntos ajenos para centrarse en los propios contribuyera a la estabilidad en Oriente Próximo y desestabilizara la república estadounidense. De ahí la relevancia de las motivaciones. Si al final se trata de ganar algo exclusivamente para uno mismo, no importa dónde y cómo sea. No importa el qué. Como tampoco importa tener al país dividido; la otra mitad no cuenta porque es la perdedora y se le imponen las ideas por la fuerza. Y ahora más, pues, entre deportaciones masivas, arrestos arbitrarios y separación de familias, ha acertado en algo, potenciando así el sectarismo y las supersticiones de unos fanáticos que, mientras celebran la paz fuera, promueven la guerra en casa.

Tracking Pixel Contents