Opinión
Desaparece y vuelve a aparecer
De niño, al recitar los ríos de memoria, no había caso como el Guadiana: «desaparece y vuelve a aparecer». A los ojos infantiles era un revés, un enigma en las leyes del mundo. Luego, la explicación fundada tardaba en llegar. No obstante, la realidad que nos circunda rebosa «guadianas», intermitencias trotamundos, agujeros negros. ¿Reaparecen dueños de sí?
Pongamos por caso, el río Lagares en Vigo, desde el parque de Castrelos hasta después de Balaídos, desaparece buen rato, envuelto en buen lío. El río de peregrinos del Camino Portugués por la Costa, a su paso por Vigo, eclipsa la señalización. Obliga la pregunta: ¿a Redondela? Allá reaparece. También el camino de pies de la franja litoral de salvamento (impensable interrumpir el amparo), ante alguna finca se camufla de forma ladrona. Discontinuidades curiosas.
Pero, también las hay terribles. Llorar de veras es no poder llegar a apagar el incendio en el monte, ver como el fuego apura el paso sin ninguna vacilación, mientras cortan el paso al auxilio las discontinuidades en los caminos históricos, centenarios. Caminos del monte (conocen la topografía palmo a palmo) al no ser utilizados, mantenidos, colapsan por tramos. Las discontinuidades bloquean el servicio, no permiten transitar. La traza perdura, no ya el camino.
El pasado agosto, junto al pasillo excepcional del Sil, unas 120.000 hectáreas del hábitat de montaña desaparecieron bajo el furor del fuego. No quedó punto de verdor. ¡Un pavor! ¿Volverán a reaparecer, arbolado, casas, fauna, y prados? Gran parte de esa Galicia vaciada (empobrecimiento rural) llenó la región urbana de Vigo (enriquecimiento industrial). ¿Son tan ajenas la una a la otra? No. Entonces, la tarea de un Renacimiento implica a todos. Solo un territorio útil será sostenible.
Digámosle a Vigo: háblame de ti. Y nos hablara de industria. Es la casa de la industria. Por ejemplo, La Panificadora se percató del cambio de vientos y sumo ciencia. Hay algo ufano y levantisco en producir industrialmente en torno a 30 toneladas de pan al día. Entretanto, en una geografía gallega plagada de ríos energéticos, miles de molinos de grano cegaban sus levadas, se esfumaban. Así, uno tras otro, dejó de cocer el pan en los hornos de leña.
Hace justo 15 años, visité con FARO, La Panificadora. El edificio saludable de Gómez Román, el ingeniero Otto Werner, y otros colaboradores. En medio, un ajuar majestuoso: el coro de los 4 silos iniciales más los 6 añadidos, bagajes de amasado, oquedades de hornos, el entorchado de la gran chimenea, ficheros de personal, y casi, casi, el crujido de maquinarias y poleas. En el reportaje terminaba diciendo: «este edificio condensa la memoria industrial de Vigo».
Vigo no sólo enlataba sardinas, productos del mar, su industria otea y se obliga a horizontes más amplios. Aprovechar (no echar a la hoguera) las materias primas del territorio de Galicia, exigirá mucho saber hacer. ¿A quién atañe hoy esa tradición? A la excelencia de la industria volcada al surco de las inaplazables inquietudes medioambientales. A no tardar, una entente estratégica entre la ralea industrial de Vigo y un reverdecer la Galicia maltratada.
En Oporto, el arquitecto japonés Kengo Kuma se ocupa de la reconversión del antiguo matadero como punta de lanza de una exitosa apuesta de cosmopolitismo. Santiago de Compostela, ante la masificación turística corrosiva, ensaya iniciativas de cohabitación en defensa del tejido vecinal preservando sus valores universales. Cada ciudad, en su línea. En medio, Vigo, ¿tiene algo que ofertar?, ¿qué papel interpretar?
Sí, Vigo puede aportar algo grande al escenario de la Eurorregión Galicia-Norte de Portugal: «A casa da Industria». Por título legítimo y compromiso de futuro. Además, ya la tiene: La Panificadora. Desaparecida en 1980 como fábrica de pan y piensos, tras un «guadiana» de 45 años, ahora, volvería a aparecer apelando a factoría intelectual. Un «Think tank», manos en la masa, experimentación, cuota museística, perfeccionar técnicas, talleres, ocio, seminarios…gotas de magia y desbordar de ideas.
Morada de una gran alianza entre la Galicia orillada y la tribu testaruda, sanguínea, creativa, del mundo industrial.
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