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Opinión

Vigo

Más duro que una C-15

Imagen de la icónica y versátil "furgoneta" de Citroën

Imagen de la icónica y versátil "furgoneta" de Citroën / Raúl Rodríguez

Seguro que les suena la expresión: «Es más duro que una C-15». Ahora que celebramos que la factoría de O Fragoso ha superado los dos millones de unidades de la actual generación de furgonetas —la Berlingo, la Partner y compañía—, un hito productivo al alcance de muy pocas plantas y modelos a nivel mundial, es de justicia recordar este híbrido surgido a partir del Citroën Visa, que se convirtió en el primer superventas vigués y salvó, literalmente, a la entonces incipiente industria gallega del motor del precipicio de la reconversión. Vamos, que mucho le debe Vigo a esta veterana de las cuatro ruedas, de la cual hoy pueden verse todavía muchas supervivientes circulando por ahí, convertida ya en leyenda automovilística.

Vale, que Stellantis Vigo, en sus casi setenta años de historia, siempre ha estado ligada a los vehículos comerciales ligeros (para los neófitos en lenguaje automovilístico: furgonetas, pero suena más pijo). De hecho, su primera creación fue la Citroën AZU, derivada del emblemático —e incombustible— 2CV, y desde aquella primera unidad que salió de las líneas de Montero Ríos hasta hoy, en el polígono de Balaídos, más de la mitad de los coches made in Vigo (8,2 millones de algo más de 16) han sido furgonetas. Pero, qué quieren que les diga, para mí la C-15 es especial. Siempre lo ha sido, desde su lanzamiento en 1984 hasta su jubilación, en diciembre de 2005.

Los trabajadores de PSA Peugeot Citroen, posan junto a la última unidad de C15 fabricada en Vigo

Los trabajadores de PSA Peugeot Citroen, posan junto a la última unidad de C15 fabricada en Vigo / Salvador Sas

Allí estuve yo —en su despedida, que no soy tan viejo—, con el director de la factoría, Javier Riera —todo un personaje, mandaba más que los alcaldes—, otros periodistas y un nutrido grupo de trabajadores, haciendo los honores y poniendo fin a una saga que ya en los ochenta estrenó en Vigo la electromovilidad. Como lo leen: se comercializaron algunos modelos 100% eléctricos de la C-15. Si es que hasta fue precursora en eso. Pero, sobre todo, acompañó a varias generaciones de trabajadores: los de la antigua Citroën Hispania, y los que las conducían —obreros de todos los oficios, repartidores, carteros…—. Porque sí, era, como la ciudad de Vigo, una furgoneta obrera.

Igual no recuerdan la frase «más duro que una C-15», pero seguro que —al menos los que peinan canas— sí aquellos primeros anuncios en las vallas y en las páginas de FARO: «Nueva Citroën C-15. Se lo carga todo». Y se lo cargó. Para empezar, reflotó la actividad de la factoría en una época mala —la reconversión industrial, con el sector naval echado a la calle por el cierre de astilleros—, en la que desde Francia tampoco apostaban demasiado por Vigo. Fue su éxito indiscutible el que permitió a Balaídos convertirse en «centro piloto», catapultando su producción y allanando la llegada de más modelos en exclusiva, convirtiéndose en referente a nivel mundial. Y así, hasta hoy.

La C-15 dejó de fabricarse no porque no se vendiera, sino porque, por su configuración, ya no era capaz de cumplir con los estándares de seguridad y emisiones de la Unión Europea (UE). No sé qué estándares serían esos, pero apuesto doble contra sencillo que los coches de hoy en día no duran ni la mitad de años que esta icónica furgoneta. Ni son tan duros. Ni se lo cargan todo.

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