Opinión | Desde mi Atalaya

La fiesta de Corpus

La celebración del día de Corpus ya tenía lugar en el siglo pasado en Marín con una gran procesión llena de devoción, esplendor y grandiosidad, que reunía a toda la población y multitud de vecinos del Morrazo. El día de Corpus era un día grande entre los grandes y todo el pueblo lo sentía así y participaba en su esplendor. En toda la Villa reinaba una gran devoción y alegría, la iglesia olía a incienso y Marín estaba engalanado. Al amanecer, recién tímidamente asomaba el Sol, comenzaba el estampido de las bombas de palenque que despertaba a la Villa, con su gran estruendo que atronaba todo el valle que amanecía al hermoso día. El gaitero Marañón de Sidras, apenas amanecía, recorría las calles tocando alegres alboradas con su vieja gaita con aquella clara y alegre melodía que alegraba los corazones de todos los marinenes. Marín era un conjunto urbano que componía una abigarrada aglomeración de casas típicas de pescadores, todas ellas a orilla del mar hasta el promontorio de la iglesia y el Priorato. Sus calles estrechas y muchas sin empedrar todavía, estaban dispuestas de modo radial de tal forma que subían desde el mar, para ir todas a dar a la iglesia monacal del Priorato, centro de la vida de aquellos tiempos.

Con la explosión de la cohetería y el repicar de las campanas de la Iglesia se producía un ruido ensordecedor para anunciar la salida de la procesión que abría el gaitero Marañón, que marcaba el paso, seguido de una inmensa muchedumbre de fieles que formando largas colas arropaban al Santísimo, seguido de la Cruz Parroquial y uno tras otro las imágenes de los santos de la Parroquia con sus estandartes y pendones al frente: Santa Bárbara, San Blas, Santa Lucía, Ntra. Sra. del Pilar, San Miguel, San Antonio, San Sebastián, San Roque, San Benito, San Luis, San José, el Niño Jesús, la Patrona ( en aquellos tiempos la Virgen del Rosario), el guión del Santísimo, el Santísimo bajo Palio, el Clero parroquial, la Presidencia oficial, el piquete de escolta y cerrando el cortejo la Banda Municipal.

Las calles estaban engalanadas, de todos los balcones y galerías colgaban colchas y banderas, y el suelo estaba adornado con alfombras de flores, “fiuncho” y “espadaina”. La procesión salía de la iglesia bajando hacia la Rivera, donde frente la casa de Ríos, hacía la primera parada para su clásico ritual de exposición del Santísimo, luego seguía el itinerario de costumbre hacía la Calzada y Rua Nova, haciendo su segunda parada en la casa de Pazos frente a la plaza, y finalmente antes de recogerse lo hacía frente a la casa de doña Amalia en la calle Real. Más tarde la procesión se incremento con la participación de la tropa de la Base Naval, el Polígono y la Escuela Naval, que daban un mayor colorido y esplendor. Hoy solo queda una minima referencia de aquella renombrada y grandiosa procesión de Corpus marinense, expresión popular de todo un pueblo.

Hoy se mantiene gracias al esfuerzo y sacrificio de unas mujeres que se dedican durante veintiún días a la preparación de los elementos de plantas y flores que han de formar las alfombras, que por la noche anterior otras personas también se unen a estas mujeres ejemplares, que mantienen una tradición de siglos, y componen las alfombras, a todos nuestro agradecimiento y que sirvan como ejemplo para los jóvenes que se vayan sumando a esta tradicional tarea. Es muy importante para que esta tradición no se pierda, al tiempo que hacemos un llamamiento para que las sociedades marinenses se sumen para este fin.

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