Opinión
Mitad cara, mitad cruz
La duda desapareció de su vida. Era lo único posible. Vigo, ciudad urgida, apresurada al máximo, exigida en un galope desenfrenado de apenas un siglo, en realidad, creció por pura inteligencia emocional. Entonces, ¿su desarrollo urbano fue y es un indescifrable cara o cruz? En el juego de azar eso está implícito, pero en la vida de una ciudad, no cabe distinción tan categórica. Hay episodios urbanos elocuentes, ilustrativos, sin salir de aquí mismo.
Vayamos al asunto: «cara». En 1947, se concede la Zona Franca al puerto de Vigo. El éxito es abrumador, la tercera en exclusividad con Barcelona y Cádiz (lo eran desde 1929), una muestra de confianza para triangular logísticamente la España peninsular. Trajo un pan bajo el brazo: en 1958, la factoría Citroën Hispania, desparrama trabajo, relanza el talento de ciudad industrial y mete presión a la mejora de la comunicación tierra adentro.
Vayamos al asunto: «cruz». Hoy mismo, el puerto de Vigo no figura entre los ocho nodales (la primera categoría) de España. En Europa, el futuro del transporte (personas y mercancías) se llama TEN-T (red transeuropea de transportes). Entran ahí, carreteras, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, terminales intermodales, todo. Ordena por zonas. En la nuestra, el Corredor Atlántico del Noroeste desciende el puerto de Vigo a segunda categoría (en contraste con el pasado).
Recojo de Eduardo Cabello la siguiente cita. «¿Será un sueño imaginar que algún día sea Vigo el puerto de enlace entre Europa y América? Acaso sean las comunicaciones terrestres de las que dependerá que lo que hoy parece una quimera se convierta en un hecho tangible». Lo dice en la Memoria del «Anteproyecto de mejora del puerto de Vigo», aprobado por Real Orden de junio de 1913. ¡Hagámonos cargo! Vigo se erigió en guerrero homérico combatiendo sin cuartel la incomunicación por tierra.
Llegados a este punto, recojo otra cita, en este caso de John Steinbeck: «y como todas las historias que se narran muchas veces y que están en los corazones de las gentes, sólo tiene cosas buenas y malas, y cosas negras y blancas, y cosas virtuosas y malignas, y nada intermedio». ¡Ah! es cosa poco corriente conseguir todo. Al final, queda el saldo histórico, lo que tenemos a pie de calle, ni lo uno ni lo otro ¿Mitad cara, mitad cruz? Analicemos.
¿A qué respondió la «cara» de entonces? No fue cuestión de suerte, sino de mucho sumar. Se partía en buena posición: puerto natural estratégico, protegido, accesible, con calado, libre de escollos, movimiento de buques, pesca. Pero, ni siquiera así, la ciudad quedo quieta. A la naturaleza sumó y sumó. El primer tercio del siglo XX, apoteosis de cooperación, trabajo de muchos, juntos, administraciones, trabajadores, arquitectos o empresarios. Claro está, luego dio frutos.
¿A qué respondió la «cruz» de hoy? No fue una cuestión de suerte, sino de poco sumar. Se partía en posición compleja: construir la Autonomía (prioridad de Galicia) centró Santiago de Compostela (la capitalidad), mientras abrirse a «Schengen» (prioridad atlántica) desafió a Vigo. Un mapa geopolítico que no supo leer, o no pudo, o ambas cosas a la vez. No logro pilotar ni sumar la ocasión descomunal (aquí sí, toda Galicia apoyando) del eje atlántico, Oporto, Portugal.
Comunicaciones terrestres, ¡la espina que duele en Vigo! La naturaleza facilitó por mar, cuanto zancadilleo por tierra. ¡Una geografía contorsionada! ¿Abrir puertas?, es posible a golpe de pala, obra, y recursos. ¿Cerrar puertas?, es posible desde centros de decisión escindidos en riñas de intereses. ¿Qué hacer en este escenario? Salta un primer resorte reactivo: la visión localista. No obstante, su natural dictar y no negociar, cerrado a cal y canto, acaba por volverse contra lo local, contra lo propio.
Recordar. Era lo único posible. Sin dudarlo: recuperar la inteligencia emocional y hacer oír la voz abierta a los otros. Cooperación, intermediación y acuerdos. No mucho más.
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