Opinión | El correo americano

Bill Moyers y el periodismo clásico

Murió Bill Moyers. Un periodista del mundo de ayer. Fue secretario de prensa con Lyndon B. Johnson, director de periódicos, moderador en los debates presidenciales, presentador de informativos de autor y programas de entrevistas… Recibió más de treinta premios Emmy. «Es la conciencia del país», dijo de él Walter Cronkite. Moyers era, sobre todo, un idealista. Creía en el periodismo sobre todas las cosas. Tenía inquietudes intelectuales. Le interesaba la gente inteligente de izquierdas y de derechas. Le daba voz a los disidentes y a los que no opinaban como él.

Moyers representaba algo muy distinto a lo que predomina hoy en día. Era un símbolo de la tan detestada ‘legacy media’, el periodismo clásico. Un hombre que resistía las presiones del poder sin perder la educación. Colaboró con Johnson en su campaña contra la pobreza y su proyecto de la Gran Sociedad. Pero luego se desilusionó con el presidente por la Guerra de Vietnam. Johnson, que siempre le había tenido mucha estima, nunca le volvió a hablar.

A pesar de que perteneció a las élites de Washington y trabajó para la televisión pública y las grandes cadenas, Moyers tampoco se identificaba con el ‘establishment’. Le gustaba ir por libre. Denunció el poder corporativo y solía aparecer en el programa de izquierdas Democracy Now! Moyers tenía algo que ahora muchos no valoran tanto: formación, experiencia y modales. Sabía expresarse con elegancia y respeto, sin por ello resultar incómodo. No necesitaba hacer ruido para hacerse el héroe. No recurría al insulto para promover una causa. No le interesaban tanto las causas como las ideas. Quería inspirar, concienciar, provocar una reflexión y despertar el interés (la curiosidad intelectual) de la audiencia.

Lo que Moyers encarnaba en la profesión ha dejado de resultar atractivo. Es una reliquia de un pasado extinguido. Ahora los referentes son otros. Los que buscan la controversia antes que el conocimiento, hacerse famoso antes de obtener experiencia y acumular el mayor número de seguidores antes de formar una opinión autorizada. En los últimos años, Moyers manifestó su preocupación por el estado de su país. No le gustaba lo que veía. Y había visto y vivido mucho. Por supuesto, nunca ocultó sus ideas. Siempre se definió como «un progresista tradicional».

Moyers recorrió Estados Unidos haciendo entrevistas a los ciudadanos de diversos estados, escuchando sus problemas, «redescubriendo» su país. Hizo documentales y cubrió todo tipo de temas, entre ellos las drogas, el medio ambiente, el racismo, la corrupción periodística y la religión. Lo hacía desde la curiosidad, no desde la pontificación. Lo hacía haciendo preguntas e informándose sobre el asunto tratado, no dando por hecho que él tenía razón. Desconfiaba del gobierno y los poderes establecidos. Pero no quería destruirlo todo. Era consciente del esfuerzo que requieren los cambios. Se fue, como tantos otros. Y con él todo un mundo que ya se acaba.

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