Opinión
Yo, me pido un taxi

Un vehículo con licencia VTC, como las de Uber, hoy en Vigo / FdV
Menudo cabreo hay en el gremio de los taxistas con el desembarco, a las bravas, de la plataforma estadounidense Uber en Vigo. Y con razón. Ayer mismo pedí un taxi para bajar al centro y la conversación, como se pueden imaginar, fue monotemática. «Nos quieren reemplazar», me insistía el chófer. «¿Pero cuántos hay?», le pregunté. «Muchos, los tenemos controlados. Pero cualquiera con un coche puede ser un VTC [vehículo de transporte con conductor]», me resumía. La guerra del taxi, como suele decirse, acaba de empezar.
Unidad en el sector
Al menos el sector está unido. La entrevista de mi compañero Carlos Ponce a Emilio Mosquera, presidente de los Autopatronos del Taxi de Vigo —la cooperativa con más licencias en la ciudad—, lo demuestra. «Uber dice cosas muy bonitas a la prensa, pero la realidad es que vienen a sustituirnos, y eso es un disparate que no voy a consentir», denunciaba. Y es que los VTC no tienen autorización para ofrecer sus servicios en el ámbito urbano. Es decir, están operando en un limbo legal que me recuerda mucho a lo que ocurrió con los patinetes eléctricos de la empresa Buny, antes de la pandemia.
La firma madrileña había sembrado las aceras de la ciudad de patinetes de alquiler y la Policía Local, directamente, los confiscó por carecer de autorización municipal. Me pregunto si, en este caso, el Concello hará lo mismo. ¿Pueden inmovilizar los VTC? ¿Pueden multar a la empresa que los gestiona —no a sus conductores, claro, que no dejan de ser asalariados—? ¿Puede hacer algo, en definitiva?
Competencia desleal
Los taxistas, al menos, están movilizados y coordinados para frenar esta «invasión» y esta competencia, por ahora, desleal. Porque, aseguran, los VTC se atreven incluso a recoger a usuarios en las paradas de taxi cuando no hay ningún «compañero» trabajando. «En Vialia puedes verlos por las aceras preguntando a los pasajeros que llegan si necesitan que los lleven», me relataba el conductor de ayer. Entre las medidas ya adoptadas, han votado mayoritariamente suprimir la jornada de descanso semanal para que haya más vehículos en servicio y no dejar hueco a los VTC.
Me temo que no será suficiente. Aunque por ahora los taxistas son más, esta es una lucha de David contra Goliat. Quieren una solución pacífica, dentro de la legalidad, y confían en el apoyo tanto del Concello como de la Xunta. Veremos.
Lo que está en juego no es solo el sustento de cientos de familias que llevan décadas trabajando en el sector, sino también el modelo de ciudad que queremos. Porque si permitimos que estas plataformas —Uber es solo la más conocida, pero hay otras como Cabify o Bolt— operen sin autorización, debilitamos a quienes sí cumplen las reglas. Y no se trata de estar a favor o en contra de la tecnología o de la modernización del transporte, sino de que todos jueguen con las mismas cartas.
Yo, me pido un taxi.
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