Opinión
Melómanos despistados

Concierto de orquesta de la Real Filharmonía de Galicia en el Teatro Afundación García Barbón. / Marta G. Brea
Se ve que a los vigueses…
Mejor empiezo otra vez, para no parecer localista: se ve que a los habitantes del sur de Pontevedra —vigueses, miñoranos, miñotos… algo más de 600.000 personas— no les interesan demasiado los conciertos de grandes orquestas. Solo así se podría explicar el menosprecio continuado de las dos únicas sinfónicas profesionales de la comunidad, la Real Filharmonía de Galicia (RFG) y la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG), ambas cofinanciadas por la Xunta —es decir, por todos—, a actuar en Vigo.
Las cifras
Un desdén que no se puede negar. Basta con comparar el número de conciertos programados para la próxima temporada. En el caso de la RFG, con sede en Santiago, actuará cinco veces en la mayor ciudad de Galicia, que es Vigo, por si se les había olvidado (no a ustedes, a ellos). En Compostela, treinta y seis, además de otra media docena en los barrios. En total, como ha recogido en estas páginas mi compañera Ana Blasco, la RFG concentrará el 81% de su actividad musical en la provincia de A Coruña. ¿Les sorprende? Por desgracia, intuyo que no.

Pedro Fernández
La OSG, con sede en A Coruña, aún no ha publicado su calendario de actuaciones, pero por ahora solo tiene tres citas en Vigo. Habrá que esperar, pero mucho me temo que volveremos a ver un desequilibrio mayúsculo entre norte y sur, siguiendo la tendencia de los últimos años.
Desequilibrio entre el norte y el sur
¿Por qué ocurre esto? La única explicación que se me ocurre es la que ya insinuaba al comienzo: que no nos gustan los grandes conciertos sinfónicos, que no tenemos oído, ni sabemos apreciar la buena música clásica. Aunque, siendo realistas, tampoco nos debe gustar el rock, ni el pop, ni el indie, ni el funk, ni el trap… a la vista de que la mayoría de los conciertos del verano —al menos los financiados directa o indirectamente por las arcas autonómicas— se concentran en el eje Santiago-A Coruña.
Corolario: la culpa es nuestra, porque, de lo contrario, supondría un trato desigual y un reparto injusto de los impuestos que pagamos todos los gallegos. Y eso no es de recibo, ¿verdad?
Así que ya ven: o los del sur somos un puñado de melómanos despistados que no saben reclamar lo que les corresponde, o aquí hay quien reparte el pastel cultural con más interés en la proximidad que en la equidad territorial. Y si lo segundo fuera cierto —que no lo afirmo, solo lo insinúo con un violín entre los dientes, a lo Groucho Marx—, entonces no hablamos solo de programación musical, sino de algo más: de una política cultural que desafina con estrépito y deja a medio sur de Galicia fuera de compás.
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