Opinión
Salva de honor en la ETEA

Jura de bandera de la XXX promoción de aspirantes a militar de tropa y marinería, el 20 de julio de 2002 / Faro
Yo estuve allí. Y cuando digo que estuve allí, me refiero a que recogí en estas mismas páginas los últimos días de la ETEA como Escuela de Transmisiones y Electrónica de la Armada. El 20 de julio de 2002 (xa choveu), con una impresionante salva de honor —una serie de disparos al aire con piezas de artillería que casi me deja sordo—, juraba bandera la XXX promoción de aspirantes a militar de tropa y marinería. Fue el último acto oficial en las instalaciones de Teis antes de arriar por completo la bandera, el 31 de agosto de ese mismo año.
Un adiós histórico y un proyecto ilusionante
Un «triste adiós» para el personal civil y militar que, durante medio siglo, desempeñó sus funciones en este enclave privilegiado de la ría de Vigo. Pero también fue el primer paso de un ilusionante proyecto: el Campus do Mar, que aspiraba a convertir la antigua base naval en un hub de excelencia en investigación marina, pionero a nivel mundial, a la vez que revitalizaba la zona y la recuperaba para la ciudad.

Reproducción de la página de Faro que dejaba constancia del día que la ETEA arríaba la bandera. Domingo, 21 de julio de 2002 / Faro
23 años después: ¿avances o estancamiento?
Lo cierto es que, 23 años después, la idea —el concepto del Campus do Mar— sigue siendo igual de ilusionante. Aunque, en la práctica, poco se ha avanzado sobre el terreno. Como todo gran proyecto en esta ciudad —sobre todo cuando involucra a varias administraciones (Concello, Zona Franca, Xunta y la UVigo)—, la transformación de la ETEA ha tenido un proceso de gestación que, diría, ha sido casi agónico.
Obras y acuerdos: ¿se mueve algo?
Cuesta ver avances, aunque los hay. Ahí están las obras de urbanización del ámbito PS-6, que ayer visitaron el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, y la conselleira de Vivenda e Planificación de Infraestruturas, María Martínez Allegue; el traslado ya aprobado del Instituto de Investigaciones Marinas-CSIC a un nuevo complejo de 25.000 metros cuadrados que aprovechará varios de los edificios existentes; o el acuerdo —casi cerrado— a tres bandas entre Concello, Zona Franca y Xunta para urbanizar los viales, la Plaza de Armas y construir un aparcamiento subterráneo.
Así que, como suele decirse, algo se mueve en la ETEA. Todavía de forma muy lenta, pero se mueve.
Un futuro por escribir
Estuve allí —repito— cuando se cerraba una etapa y se abría otra, cargada de promesas. Y me gustaría poder decir, algún día no muy lejano, que también estuve allí cuando esa promesa se hizo realidad. Que lo que un día fue cuartel y después papel mojado en sucesivos planes, por fin se convirtió en un espacio vivo, abierto al mar, al conocimiento y a la ciudad.
No aspiro a mucho: solo a no jubilarme —si no me echan antes— sin poder pasear por la ETEA reconvertida, sin ver ondear una nueva bandera —la de la ciencia, la sostenibilidad y la colaboración— en ese mismo lugar donde un día se arrió la anterior. Eso sí que merecería una salva de honor.
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