Opinión | El correo americano

El periodista que pudo ser

La entrevista que le hizo Tucker Carlson a Ted Cruz ha dado mucho que hablar. Otra guerra civil en el movimiento MAGA, decían en algunos medios. Carlson lo puso contra las cuerdas. Resulta que el senador republicano aboga por un cambio de régimen en Irán pero desconoce, por ejemplo, cuánta gente vive en ese país. Datos básicos por los que Carlson le preguntó. Y luego, tras dejarlo en evidencia, Carlson manifestó su perplejidad ante el hecho de que una persona pretenda inmiscuirse en los asuntos de un territorio sobre el cual parece saber poco. La política exterior ocupó gran parte de la entrevista. Porque, en lo que respecta a otros asuntos, Cruz y Carlson coinciden bastante.

Carlson odia al neoconservadurismo con todas sus fuerzas. Hay que recordar que él apoyó la guerra de Irak. Y se arrepiente muchísimo de eso. Ahora actúa como un converso que vio la luz. Al fin y al cabo, hace unos años, Carlson estaba defendiendo con vehemencia en televisión la intervención en otro país sobre el que, como él mismo confesó, tampoco sabía demasiado. Lo interesante de la entrevista, más allá del rifirrafe y las insinuaciones del entrevistador y entrevistado (según Carlson, Cruz le estaba acusando de antisemitismo subrepticiamente), es el modo en que Carlson se expresa sobre este tema en concreto, en el cual coincide con una gran parte de la izquierda. Hablaba con ingenuidad. Hacía las preguntas que haría un niño. O un reportero. Con la misma franqueza y curiosidad insultante.

Aquí no descubrimos nada. Que Tucker Carlson es un tipo talentoso ya se sabía. Ya lo detectó Christopher Hitchens hace muchos años cuando Carlson colaboró en un volumen en el que participaron periodistas de izquierdas y de derechas. “Este chico escribe muy bien”. El problema es para qué se utiliza ese talento, y Carlson no ha ejercido como una fuerza benigna en la política nacional, sino como un promotor del odio, la conspiración y la polarización. Se ha hecho famoso saliéndose de ese modo del tablero. Pero, de vez en cuando, su aislacionismo radical hace que se convierta en un verso suelto del trumpismo, cuya base fundamental es el culto a la personalidad.

A Cruz se le notaba contrariado, como si el interrogatorio le pillara por sorpresa. No le asesoraron bien. No creo que de esta entrevista salga muy bien parado. Su encuentro con Carlson salió en todas las cadenas de televisión. Todo el mundo habló de ello. Se habla de crisis en la coalición por acontecimientos como este. Pero, en realidad, es una cuestión personal. Carlson tampoco está tan en desacuerdo con Cruz. Simplemente el tema de intervenir en otros países es algo que le irrita. Y quizás intenta enmendar así sus errores del pasado. Sin embargo, en esos momentos extraños, de una lucidez casi infantil, cuando se aleja de la propaganda en la que vive instalado, asoma la cabeza un periodista. El periodista que pudo ser.

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