Opinión | Con lo bien que iba todo

La mueeeerteee

La muerte está mal organizada, pero muy mal.

Lo primero de todo, el imaginario alrededor no entiendo que tenga que ser tan siniestro; lo hemos inventado nosotros, la muerte no es esquelética ni viene de negro con capuchón raído y guadaña, maloliente y rodeada de moscas. Eso lo creó algún imbécil y quedó el icono como el de Santa Claus quedó de rojo y barba. Bien podíamos haber pensado que en el momento final se te aparece Brad Pitt o parecido y te recoge para ir a tomar algo, solo que no vuelves.

Luego está el tema música, que solo lo entendieron bien por la zona de Nueva Orleans y aunque a la ida la banda acompaña solemne al frito, a la vuelta se arranca con la llamada second line y suenan temas como «Didn´t he ramble» demostrando que son firmes partidarios del concepto muerto-hoyo / vivo-bollo; si lo escuchan, dejen pasar los primeros segundos.

Siguiente error: pensar que duele. La muerte no duele, si duele aún estás vivo, la clave es pim-pam, ni te enteraste, otra pantalla.

Más fallos: la propuesta para después. Tenemos cielo e infierno y, la verdad, ambos me parecen una birria. Si te portaste mal, ardes en sufrimiento 24/7 metido en una olla ni siquiera con más gente. Y si fuiste bueno el castigo es la eternidad entre nubes tocando la lira. Pues vaya. Hay que informarse bien de lo del purgatorio que me parece a mí que va a ser un término medio más que aceptable.

Y por ir cerrando: el entierro. El único progreso mencionable en esta área es que a alguien se le ocurrió sustituir el cemento de Tudela-Veguin para sellar la lápida por espuma de poliuretano de Leroy Merlin. Ya no se interrumpe el silencio con el sonido de la paleta rascando el ladrillo pero se escucha el silbido del spray agítese antes de usar.

Para mí, prefiero actriz que me recoja, música New Orly a la ida y a la vuelta, tránsito inmediato e indoloro, purgatorio donde estaremos los que no fuimos tan malos ni pesados de puro buenos, y lápida cerrada con velcro, no vaya a ser que oiga a la banda cuando se marcha del cementerio y la espuma haya fraguado.

O, mejor, al mar.

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