Opinión | EL BOLETÍN DEL DIRECTOR

Corrupción

El director de FARO, Rogelio Garrido, analiza los temas claves de la actualidad de esta semana

El director de FARO, Rogelio Garrido, analiza los temas claves de la actualidad de esta semana

El director de FARO, Rogelio Garrido, analiza los temas claves de la actualidad de esta semana / FDV

La vida es un déjà vu. Frente al darwinismo biológico que nos enseña (aunque en no pocas escuelas de Estados Unidos se sigue defendiendo el creacionismo, ya saben, la costilla de Adán y el dedo divino, etc.) que la especie evoluciona y mejora en un proceso continuo de adaptación, uno, a la vista del paisaje político patrio, empieza a albergar serias dudas. Porque si evoluciona este país, con frecuencia lo hace como los cangrejos: hacia atrás.

Lo confieso, me he resistido cuanto pude, pero es imposible rehuir más tiempo el asunto. La corrupción más descarnada, vulgar, trapacera, cutre, la del Celtiberia Show del añorado Luis Carandell vuelve a ocupar las portadas de los periódicos. A contaminarlo todo. A abochornarnos. Admitámoslo: España es una potencia mundial en la fabricación de chorizos. Nuestra tradición de cacos es larguísima. Y no nos remontemos al franquismo (en donde el robo en los ministerios era sistémico, empezando por la Familia). Como uno va haciéndose mayor, puede recordar los casos que en las últimas décadas han sacudido la vida social conmocionado la opinión pública y saqueado las arcas públicas. Por eso, causa rubor y perplejidad, cuando no indignación, escuchar ahora a expresidentes de gobierno y exlíderes autonómicos rasgándose las vestiduras y exigiendo ejemplaridad. En todos sus equipos, repito en todos, ha habido mangantes (algunos condenados, otros muchos impunes), personajillos al frente de ministerios o de otros departamentos gubernamentales que se lo han llevado calentito. La relación es demasiado extensa para citarla en un espacio tan reducido. Si la enciclopedia Larousse quisiese compendiarlos, debería dedicarle, al menos, un tomo completo a la acepción corrupción española.

Sin embargo, no seré yo quien apele al “y tú más”. Tampoco alegaré que la alternativa es aún peor. Quizá a algunos les sirva, a mí no. El sentido de la responsabilidad, el ejercicio moral y ético del poder, la higiene, nos enseñan que cuando casos como el del mariachi Koldo-Ábalos-Cerdán se destapan, lo coherente, lo sano democráticamente, lo obligado es asumir responsabilidades en primera persona. Eso no lo hemos visto nunca. Tampoco ahora. Asisto, e ignoro, a los argumentarios partidarios –los de la defensa y los del ataque– como algo ya visto y escuchado durante décadas. Siempre la misma cantinela. En eso, por desgracia, todos han actuado y actúan con el mismo espíritu conservacionista. Movidos por el afán de salvar el pellejo y la poltrona. Y no.

El hartazgo ciudadano es mayúsculo. La encuesta que publicamos estos días así lo atestigua. La mayoría exige que hablen las urnas para poner las cosas en su sitio, que no tiene por qué significar necesariamente un cambio. Ya se sabe que los votos los carga el diablo (que se lo pregunten al propio Feijóo, cuando hace dos años ya se veía en La Moncloa). Pero ante una situación excepcional, insostenible, lo apropiado es dejar que sean los ciudadanos los que juzguen (con independencia de lo que dicten los tribunales). Que limpien un terreno político putrefacto. A las urnas no hay que tenerles miedo, solo respeto. De eso va la democracia.

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Me apunto

Cuesta aceptar, pese a las continuas evidencias, que la corrupción es un fenómeno connatural a la gestión pública. Pero cuesta muchísimo más asumir que cuando te pillan, a ti o a uno de los tuyos (más cuando esos piratas, vamos a añadir supuestos, porque así lo exige la presunción de inocencia, son personas de máxima confianza que has elegido tú), la respuesta consista en crear una comisión, recordar a los adversarios todo lo que trincaron ellos y patada a seguir. Y mientras tanto, como nos advierten las propias encuestas, los partidos-movimientos radicales, extremistas, antisistema, ultras, van hinchando su bolsa de adeptos, mayormente jóvenes que quizá no sepan, pero sí contestan y votan. Mirar para otro lado no es una opción, condenar a los tres cacos o señalar al rival, tampoco. Dejar que el tiempo corra, a la espera de que escampe o de que un escándalo del enemigo político tape las vergüenzas propias, es todavía peor. Y refugiarse en el buen momento de la economía es mezclar churras con merinas. Ganas de enredar.

En estos boletines, siempre me gusta ver la botella medio llena, apelar al optimismo y expresar, en frase memorable de Joan Laporta: “¡Al loro, que no estamos tan mal, hombre!”. Pero es que me lo han puesto imposible. Porque sí que estamos mal.

¡Buen finde!

Email: director@farodevigo.es

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