Opinión
Más «Peiraos do Solpor»

Infografía de los futuros «Peiraos do Solpor» del Puerto. / FdV
Si en el pequeño —pero matón— visor submarino Nautilus, en la dársena de Portocultura, ya hemos visto estrellas de mar, pulpos, chocos, nécoras, tortugas bobas —aunque no tengan ni un pelo de tontas—, centollos, todo tipo de pescados de piedra, arroaces y hasta caballitos de mar... ¿qué otras maravillas de las profundidades marinas podremos contemplar en la escollera de Bouzas cuando esté rematado el observatorio Peiraos do Solpor? Pues, espero, toda la biodiversidad que nos regala esta joya de ría que tenemos. Y que nos empeñamos en poner al límite.
Los pilares de Peiraos do Solpor ya asoman en Bouzas, y la adjudicataria del proyecto avanza en la construcción de la plataforma en Rande y en el astillero Cardama, que ya participó en el Nautilus. No recuerdo otra iniciativa semejante, que continúe con la apertura de la terminal olívica a la ciudadanía, al mismo tiempo que apuesta por el desarrollo sostenible, la concienciación ambiental y la innovación tecnológica.
Ya imagino a esos niños descendiendo a las profundidades de la ría, sintiéndose por unos minutos como el capitán Nemo, escudriñando el cristal por si aparece el tesoro de Rande. Y los «¡ohhh!» si, por casualidad, un pulpo decide pasarse a saludar —como el que hizo las delicias de los visitantes hace unos días en el Nautilus—, o si un arroaz se deja ver entre burbujas. Lo importante es que las nuevas generaciones tomen conciencia de la necesidad de preservar la ría, de protegerla, de mimarla, de ponerla en valor. Porque nosotros —y los que vinieron antes—, seamos sinceros, no lo hemos hecho demasiado bien.
Compensación moral
Peiraos do Solpor, que ya ha sido premiado a nivel internacional por lo que representa, no deja de ser, a mi juicio, una especie de compensación moral por todos aquellos espacios que el Puerto, con su crecimiento a lo largo de las décadas, le ha ido arrebatando al mar. Algunos necesarios, sí, para sostener la actividad económica de la ciudad y su comarca —porque, ¿qué sería de Stellantis sin una terminal moderna desde la que exportar sus coches al mundo? ¿O de la primera lonja de Europa sin unos muelles en condiciones? ¿O del comercio internacional de nuestras empresas sin Guixar?—. Pero seamos claros: la ría da lo que da. Y ya ha dado todo lo que tenía que dar. No más.
Ecosistema vivo
El punto de equilibrio se ha sobrepasado hace tiempo. A partir de ahora, cualquier actuación que le robe un metro cuadrado más al mar debería ser absolutamente imprescindible, sin alternativas en tierra firme. Por eso, proyectos como Peiraos do Solpor no solo son bienvenidos, sino necesarios: devuelven parte de lo perdido, reconcilian a la ciudad con su mar y nos recuerdan que aún estamos a tiempo de hacer las cosas de otro modo. Porque esta ría no es solo un escenario para la economía o el turismo. Es un ecosistema vivo que nos sostiene, nos define y, sobre todo, nos pertenece a todos.
Así que, más Peiraos do Solpor, y menos rellenos.
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