Opinión
Más allá de «Faro da Escola»

Participantes en Faro da Escola / Marta G. Brea
Hay que verlo… y sentirlo. Hace varios años que participo en el proceso de selección de los trabajos ganadores de Faro da Escola, nuestro proyecto educativo estrella, que contó en esta última edición con cerca de cuarenta colegios, cada uno de los cuales diseñó y redactó su propio FARO. Pero nunca antes había asistido a la gala de entrega de premios, como la que tuvo lugar este jueves en el pabellón polideportivo de Navia, donde no cabía un alfiler. Pues allá me fui, a repartir un par de galardones y, no lo oculto, a emocionarme como pocas veces en este trabajo. Y no podía ser menos.
Ilusión. Es la palabra que mejor describe lo que vi y sentí ese día. Cada vez que nuestro compañero Bruno Rodríguez, que ejerció de maestro de ceremonias, pronunciaba el nombre de un colegio, daba igual la categoría o si era primer, segundo o tercer premio —eso era lo de menos—, la reacción de estas promesas del periodismo era como si el Celta hubiese ganado la Champions. Un torbellino de alegría se abría paso por la pista: todo eran sonrisas, felicitaciones, caras de satisfacción y, también, alguna de incredulidad. Lo mismo entre los profesores, sin los cuales esto no sería posible.
Todos merecían ganar. Y quiero creer que, de una u otra manera, todas las chicas y chicos participantes en esta edición salieron de allí como ganadores, o al menos con la sensación de que la experiencia ha merecido la pena.
Pero entre todos los trabajos hay uno que, desde el minuto uno, nos enganchó en la Redacción: por la calidad de sus artículos, por sus contenidos, por las historias humanas que contaba y, sobre todo, porque estaba escrito por auténticos campeones: los niños del Aula Hospitalaria del Álvaro Cunqueiro. Merecidísimo primer premio al Mellor Xornal.
Da la casualidad de que el Aula del Álvaro Cunqueiro —que hace un trabajo impagable con las niñas y niños ingresados en el hospital o en sus casas— cumple este año su primera década en funcionamiento, al igual que nuestro Faro da Escola. No se me ocurre mejor colofón para ambos proyectos. Contuve las lágrimas —y no fui el único— cada vez que las chicas y chicos del Aula Hospitalaria subían al escenario a recoger un premio (y lo hicieron varias veces), pensando en el esfuerzo que para ellos habrá supuesto hacer su propio periódico. Al ver la felicidad en sus rostros.
Al final de la gala, la madre de uno de estos héroes —y futuros periodistas— se acercó para contarnos que, para su hija, participar en Faro da Escola le sirvió para reconectar con el mundo que la rodea, para evadirse de las paredes del hospital. Solo por eso, todo el esfuerzo merece la pena.
Es lo único que importa: que un proyecto como Faro da Escola sirva no solo para despertar vocaciones periodísticas, sino para tender puentes, abrir ventanas y regalar esperanza. Que cada niña y cada niño que participe sienta que su voz cuenta, que su historia importa, que forma parte de algo más grande. Y mientras eso siga ocurriendo, mientras veamos esas caras iluminadas por la ilusión y escuchemos aplausos que nacen del alma, sabremos que vamos por el camino correcto.
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