Opinión

Luis Espada Recarey

La vocacion científica: ¿heredada o adquirida?

Para despejar la cuestión sobre si la vocación científica es heredada o adquirida, se abordarán algunas circunstancias familiares y ambientales observadas en algunos de los hombres y mujeres galardonados con el Premio Nobel de Química durante el siglo XX.

Llama la atención el que apenas haya antecedentes familiares que favorecieran un ambiente propicio para el desarrollo de una vocación científica. No hubo, excepto en el caso de F. Joliot e I. Joliot. Curie, ningún Nobel que haya tenido padres o familiares cercanos con una dedicación científica. Solamente, y de una forma un tanto solapada, se encuentran factores ambientales favorables en H. Fischer, cuyo padre fue director de una firma química; en Haber, al tener sus padres negocios de productos químicos; en Wieland, cuyo progenitor era farmacéutico y también, quizá, en Von Baeyer, perteneciente a distinguidas familias de científicos y literatos.

El ambiente familiar no fue el idóneo, por tanto, para fomentar la aparición de una vocación académica precoz. Por otra parte, el medio en que se desarrollaron estos hombres y mujeres de ciencia antes de incorporarse a la universidad, para comenzar allí sus estudios específicos, tampoco parece que influyese demasiado, pues pocos tuvieron una familia con tradición universitaria. Por tanto, si el ambiente familiar no fue el condicionamiento básico de una vocación precoz, ¿cuál ha sido éste?

Dos son las tendencias que se encuentran entre todos ellos. Una definida en función de una vocación innata, no coyuntural, y otra en razón de las enseñanzas recibidas de sus maestros o circunstancial, descubierta de forma un tanto fortuita.

Aunque las inclinaciones anteriores resultan aceptables para una mejor comprensión del tema, en algunos casos los límites trazados no están perfectamente definidos. Hecha esta matización, podemos citar, de acuerdo con los criterios señalados y siguiendo un orden cronológico en función de la edad de los galardonados en el momento de la consecución del Nobel, a F. Joliot e I. Joliot-Curie, ambos Nobel por la obtención de nuevos elementos radiactivos, cuyas incipientes vocaciones se vieron fortalecidas por la ayuda de Pierre y Marie Curie. En Rutherford, premiado por sus estudios sobre la desintegración de los elementos y la química de las sustancias radiactivas, se observa una gran inclinación inicial hacia la Física y Matemática que luego completaría bajo la dirección de su gran maestro J.J. Thompson. Los trabajos sobre carotenoides y vitaminas fueron la base de las geniales investigaciones de Kuhn, a quien se le apreció inicialmente una acusada tendencia hacia la Bioquímica y posteriormente hacia la Química Fisiológica, siguiendo las directrices de Willstätter, Nobel en 1915. El caso de M. Curie destaca por su acusada tendencia inicial hacia la Física y Matemática, así como por su abnegada fuerza de voluntad ante las precarias condiciones de trabajo que encontró en su primera etapa junto con su marido P. Curie; siendo premiada, entre otros motivos, por sus aportaciones al descubrimiento de los elementos de Radio y el Polonio. El gran Van’t Hoff tuvo una temprana inclinación hacia las ciencias experimentales, cuyos descubrimientos sobre la presión osmótica y las leyes de la dinámica química que regulan las disoluciones fueron algunas de sus contribuciones más significativas. Una afición temprana fue la de Haber, quien ya durante la primera enseñanza había realizado bastantes experimentos sencillos. Fue, además de un docente enormemente claro en sus exposiciones, un gran experimentador que culminó con la síntesis del amoníaco. El caso de Haworth es un tanto peculiar, pues su interés por la ciencia fue creciendo a medida que sus trabajos sobre colorantes, realizados en su adolescencia, fueron desarrollándose progresivamente hasta culminar con sus grandes aportaciones sobre carbohidratos y vitamina C. La vida de Zsigmondy está relacionada con una tendencia inicial científica que se traducía en la realización de experimentos caseros.

Se puede, finalmente, concluir con una última categoría de los hombres y mujeres de ciencia cuya vocación podría cifrarse como circunstancial y fortuita. No obstante, por razones de matización de los términos anteriores, se precisaría hacer una subdivisión. Así, un grupo estaría constituido por aquellos científicos que inicialmente no poseyeron ninguna vocación científica, pero el contacto con grandes maestros hizo despertar esa vocación latente. Otro grupo estaría formado por los que, para complementar sus distintas labores profesionales, se vieron obligados a estudiar ciencias experimentales, destacando finalmente en alguna faceta.

Así pues, en esta categoría destacan, entre otros, Grignard que estudió Magisterio y no tuvo inclinación alguna por la Química hasta que fortuitamente trabajó con Bouveault. Buchner hizo la carrera comercial por imperativos paternos y finalmente se interesó por la ciencia experimental, alcanzando notoriedad sus investigaciones bioquímicas, en especial por el descubrimiento de la fermentación no-celular. Windaus tuvo un interés precoz hacia la literatura que luego abandonaría para licenciarse en Medicina. Sin embargo, la asistencia a unas clases complementarias de Química, que recibió de E. Fischer, le fascinaron tanto que comenzó los estudios de esta ciencia, trabajando posteriormente con Kiliani y Diles y destacando en el campo de la constitución de los esteroles y su conexión con las vitaminas. Sabatier estudió primero Magisterio obteniendo el número uno de su promoción. Antes de desempeñar sus funciones profesionales se relacionó con Berthelot de quien sería más tarde su ayudante, y que le orientaría hacia el estudio de la hidrogenación de compuestos orgánicos en presencia de metales finalmente divididos. Urey, que pasó a la historia por el descubrimiento del hidrógeno pesado, era licenciado en Zoología. Al ejercer sus funciones accidentalmente en una industria química por motivos profesionales, comenzó a estudiar Química, doctorándose bajo la dirección de Lewis y trabajando más tarde, entre otros, con Bohr. Bosch estudió inicialmente Ingeniería Metalúrgica y Mecánica y su afición por la Química surgió al intentar comprender, al igual que Bergius, los problemas inherentes que aparecían en determinadas reacciones químicas realizadas alta presión. Debye, antes de doctorarse en Física, se había graduado en Tecnología Eléctrica. Su interés por la Química Física surgió al querer relacionar la estructura molecular con sus investigaciones sobre momentos bipolares y difracción de rayos X. Finamente, Pregl representa al licenciado en Medicina, profesor de Fisiología e Histología que, por su amistad y continuos diálogos con Ostwald, E. Fischer y Hofmann, terminó especializándose en Química Médica, descollando por sus innovaciones técnicas en el campo del microanálisis de las sustancias orgánicas.

De todas formas, la clave del éxito científico que han tenido todos ellos residió, a parte de esa mayor o menor vocación académica, en la posibilidad, fortuita o buscada, de haber tenido grandes maestros que infundieron amor y entusiasmo por el trabajo que realizaban.

¿Pueden, sin embargo, algunas de estas personas dedicadas a la ciencia encajar dentro del contexto de autosuficiencia científica? Si se observa detenidamente la vida científica de estos geniales investigadores, no fue la autosuficiencia su característica común. Todos tuvieron grandes maestros y muchos de los primeros galardonados con el Nobel fueron creadores de grandes escuelas, en las que se han formado muchos científicos, algunos de los cuales obtuvieron también el preciado premio.

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