Opinión
Ni solo tierras, ni tan raras
Los diecisiete elementos popularmente conocidos como tierras raras ni son solo tierras, pues son también metales, ni tan raras, pues las hay en abundancia en el subsuelo de muchos países.
Sucede, sin embargo, que su extracción no está exenta de riesgos para la salud y el medio ambiente por la toxicidad o radiactividad de muchas de ellas, a lo que se suma la complejidad de su posterior tratamiento.
La necesaria tecnología es hoy rara, y tanto en ella como en el proceso de extracción se ha especializado sobre todo China, que casi monopoliza el mercado.
El gigante asiático controla en torno al 60 por ciento de la extracción y casi el 90 por ciento de su posterior procesado.
Las tierras raras son imprescindibles para la fabricación de células solares, motores eléctricos, semiconductores, pero también en la producción de armamento como misiles o granadas de artillería.
Se calcula que en la fabricación de un caza estadounidense del tipo F-35 se emplean más de 400 kilogramos de tierras raras. Todo ello explica la capacidad de presión que tiene China en este momento.
Presión tanto sobre la Unión Europea como sobre Estados Unidos: sus empresas de distintos sectores de la industria quieren que se llegue cuanto antes a acuerdos con Pekín que faciliten un suministro mucho más rápido.
Así, el comisario europeo de Comercio, Maros Sefcovic, llegó la pasada semana en París a un acuerdo con su homólogo chino, Wang Wentao, que permitirá acelerar las exportaciones a Europa.
Y también el presidente de EEUU, Donald Trump, anunció que su país estaba más cerca de un acuerdo con Pekín tras su última conversación telefónica con el presidente chino, Xi Jinping.
La situación se había vuelto, sin embargo, más difícil después de que, en reacción a los aranceles punitivos anunciados por de EEUU el pasado 2 de abril, China impusiera controles de exportación a siete metales raros y los imanes fabricados con ellos.
Desde entonces parecen haberse calmado algo las aguas, y las empresas chinas pueden ya al menos solicitar autorización a Pekín para ese tipo de exportaciones.
Pero los importadores han de comunicar en qué se van a emplear esos elementos y de momento no se autoriza ni su almacenamiento ni su uso en la producción militar.
La decisión china generó escasez en el mercado de tierras raras, lo que hizo que Washington tratase de llegar a un compromiso en su conflicto aduanero con Pekín.
Las negociaciones que celebraron en Ginebra ambos países a comienzos de mayo desembocaron en un acuerdo: Estados Unidos y China aceptaron una fuerte rebaja arancelaria y China se comprometió por su parte a acelerar ese tipo de exportaciones.
Sin embargo, el Gobierno de Donald Trump torpedeó casi inmediatamente el acuerdo alcanzado al amenazar con sanciones a quienes comprasen chips de Inteligencia Artificial de la empresa china Huawei, en cuya fabricación se utilizan elementos fabricados en EEUU.
Pekín consideró que la prohibición de exportar a China esas y otras tecnologías representaba un claro sabotaje por parte de Washington a los acuerdos de Ginebra y prohibió a su vez la exportación a Occidente de tierras raras. Pero en Londres, ambos países han vuelto a acercar posturas
Mientras tanto, empresas de otros países como la australiana Lynas o la canadiense Aclara Resources intentan romper el monopolio chino en la extracción de ese tipo de recursos, que da a Pekín una gran capacidad de presión. Pero ocurre que en la mayoría de los casos, el material extraído ha de enviarse a China para su procesado.
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