Opinión | Crónicas galantes
Isabel y el poder de la majeza
Ayuso suele hablar de Madrid con muy parecidos argumentos a los que utilizan los nacionalistas catalanes
Creadora de un peculiar nacionalismo matritense, Isabel Díaz Ayuso está siendo postulada a más altas empresas por muchos de sus partidarios y otros que dicen no serlo. Juegan con la idea de que pase a liderar el partido conservador como trámite previo a su ascenso a la presidencia del Gobierno. Sería una manera de integrar a Madrid, Distrito Federal, en el Reino de España; que no todo va a ser Cataluña, hombre.
A menudo se ha dicho que un presidente catalán de nacimiento favorecería el encaje de Cataluña en el Estado (español, por supuesto). Tiene su lógica: y quizá por eso se ha dado muy raramente tal circunstancia. El general Prim, Figueras, Pi i Margall y pare usted de contar.
No es el caso de Madrid, tierra fértil en presidentes de Gobierno como José María Aznar o Pedro Sánchez, entre muchos otros. También Ayuso es madrileña de nación, pero a diferencia de los anteriores ha fundado su carrera en el cultivo de la identidad regional de la comunidad que preside.
Ayuso suele hablar de Madrid con muy parecidos argumentos a los que utilizan los nacionalistas catalanes. «Nos haríamos trampas si pensáramos que esta región puede ser tratada como las demás», afirmó en cierta ocasión. Tampoco es infrecuente que defina a su comunidad como la más rica y abierta al comercio, la más liberal y la que atrae a más trabajadores de toda España con la fuerza de su Producto Interior Bruto.
No es que Ayuso reclame la secesión, ni mucho menos; pero aun así no para de subrayar los rasgos diferenciales de Madrid, castillo famoso. Y por ahí se empieza.
A la riqueza y libertad antes mentadas añadió en un reciente mitin otras características más populares tales que el gusto por el callejeo, las cañas, las terrazas, la alegría, la cervecilla y el vino. «Pues sí, nos gustan. ¿Qué pasa?», resumió con una frase en la que parecía reivindicar también la majeza o chulería: otro de los tópicos atribuidos a los madrileños. A los nacionalistas les encantan los estereotipos, ya se sabe.
Por extraño que pueda parecer un nacionalismo a la madrileña, lo cierto es que Julio Camba situó precisamente en la provincia de Madrid el método para crear una nación.
Camba, que además de espléndido articulista era un coñón, se comprometió hace más de un siglo a edificar un Estado en la localidad madrileña de Getafe. El plan consistía en observar si había más rubios o morenos, braquicéfalos o dolicocéfalos, «porque algún tipo antropológico tendrá preponderancia en Getafe». Una vez establecida la peculiaridad racial, el escritor se proponía estudiar los modismos locales para construir el idioma getafense y darle rango de lengua oficial. Con eso ya estarían sentadas las bases de la nueva nación.
Nada tiene que ver, por supuesto, el regionalismo de cañas, chulapos, terrazas y horarios abiertos que propone Ayuso con la broma nacional que urdió Camba en uno de sus artículos. La principal diferencia reside en que la presidenta parece tomarse en serio muchas de las llamativas cosas que dice y hace, con gran éxito de público. No es fácil, pero si el poder de la majeza la llevase al mando, el Gobierno le iba a quedar chulísimo.
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