Opinión

Periodistas libres, drones y ascensores

Por traslado litúrgico, hoy domingo se celebra la fiesta de la Ascensión del Señor a los cielos rompiendo la conocida rima popular que hablaba de tres jueves que hay en el año reluciendo más que el sol. Pues hoy domingo y día de la Ascensión, cuando muchas familias españolas y sus párrocos están más preocupados por las primeras comuniones de sus nerviosos y queridísimos niños, resulta que la noticia universal católica va por otro lado y se esfuerza en subrayarnos que hoy también —¡día de la Ascensión!—, debe celebrarse la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Un día que pretende destacar cada año el valor y sentido de los mass media, como instrumentos al servicio de la verdad, la libertad, la paz y la convivencia y por ende la gratitud debida a los periodistas y demás profesionales que contribuyen diariamente con su tarea al logro de esos ideales.

Por eso me he sentado ante el ordenador, en la víspera de esta jornada, para ir convirtiendo en recogida oración —sí sí, a pesar del bruto golpeteo de mis dedos sobre el teclado, herencia de la inolvidable y amorosa relación con las Underwood y las Olivetti—, mis peticiones en favor de los colegas más cercanos y aún por todos los desconocidos, a fin de que logren convertir su trabajo, en ocasiones tan mal pagado económica como psicológica y socialmente, en aventura y siembra de un mundo mejor. Decía Víctor Hugo que pensar y desear cosas buenas, en presencia de Dios, en favor de los amigos es una preciosa manera de rezar. Pues a esa reflexión me acojo y deseo hoy y ahora que a este mundo que aparentemente vive y lo ve todo tan a ras de tierra, con ideales demasiado rastreros y de vuelos tan cortos cual aves de corral, o incluso como nos cuentan visiones miopes sumido totalmente en el fango y el lodo, pido yo que nos lluevan del cielo, de las universidades o mejor aún que broten en las redacciones esos periodistas de raza «defensores de la libertad de información frente a aquellos que intentan amedrentarla o coartarla»; periodistas que sean drones que elevan la mirada de los lectores para contemplar en perspectiva cuanto los políticos enseñan con la nariz pegada al árbol de su ideología; periodistas ascensores —¡por eso les recordamos en la fiesta de la ascensión!— que suban más alto que nosotros para hacernos ver desde las cumbres a las que suben, ¡gracias por el riesgo asumido!, lo que no se ve desde nuestra pequeña bisoñez: que las guerras, las peleas y los conflictos muchas veces ni son patrióticos, ni son justos y ni siquiera pretenden lo que dicen buscar; son interesadas, son un mercado de armas al que hay que dar salida, son la avariciosa pretensión de conseguir más petróleo, agua, minas, «tierras raras» y un montón de innombrables «cosas más raras”…. Por favor, amigos periodistas, subid más arriba el nivel de información y sacadnos de la incauta e idiota memez en la que tantas veces otros nos tienen enjaulados. Gracias por destetarnos, por iniciarnos en los itinerarios de la crítica, el juicio y la madurez. A pesar del susto, el choque o el necesario estirón que recibamos queremos estar preparados para abandonar la niñez y la adolescencia del soñar despiertos en el que interesadamente pretenden mantenernos. Gracias por lo que hagáis en pro de una información más limpia, menos contaminada y como se dice ahora más sostenible… Seguramente unos periodistas así, «libres, drones y ascensores», necesitareis unos lectores, contad con nosotros, también adecuados: nada adocenados, críticos pero optimistas, prudentes y esperanzados…

Seguramente completan o mejor refuerzan lo expresado hasta ahora, las palabras del nuevo pontífice León XIV en la audiencia a unos pocos periodistas, solo 2.500 de 6.000 que participaron en el cónclave y la elección del nuevo papa. Les subrayó la necesidad de un periodismo comprometido con la verdad, el respeto y el bien común. «Desarmemos la comunicación de todo prejuicio y resentimiento, fanatismo e incluso odio; liberémosla de la agresividad. No necesitamos una comunicación ruidosa y enérgica, sino una comunicación capaz de escuchar y de recoger las voces de los débiles que no tienen voz. Desarmemos las palabras y contribuiremos a desarmar el mundo», dijo. Las reflexiones del papa alcanzaron también a las obligaciones del periodista, por eso insistió en la búsqueda de paz desde la propia labor, e invitó a «esforzarse por un tipo de comunicación diferente, que no busque el consenso a toda costa, que no utilice palabras agresivas y no siga la cultura de la competencia». Y nos dio este consejo que es pedagógicamente genial: «La paz comienza con cada uno de nosotros».

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