Opinión

El Ensanche

En el Ensanche, una ciudad queda retratada. En la segunda mitad del siglo XIX, Vigo abandona el nido fundacional y salta a medirse (nunca mejor dicho) a campo abierto. Lo hizo, y lo hizo bien. Aventura, creatividad. Hoy, la ciudad cuenta con el mejor Ensanche de Galicia, por esplendor y cantidad de obras maestras de arquitectura levantadas al calor del emprendimiento económico-industrial y, ¿por qué no?, de los artesanos del granito.

El Ensanche

El Ensanche

En Vigo, el Ensanche se extiende a los pies del Castro, protegido (astucia marinera) de los vientos dominantes del suroeste. Abarca, aproximadamente desde la rúa Montero Ríos, al norte, hasta la rúa Venezuela, al sur, y desde la Estación de ferrocarril, al este, hasta el Casco Vello, al oeste. Unas 60 hectáreas cargadas de patrimonio histórico, recursos económicos, valores culturales, memorias personales, e interés ambiental. La flor y nata del área central urbana.

Historia, historias, fábula local, lo más preciado. La herramienta urbanística para su regeneración se llama Plan Especial de Protección del Ensanche. Manzana a manzana, edificio a edificio, cada espacio público, normativa justificada y clara, ficha a ficha, catalogaciones BIC, un marco de inversiones y subvenciones. Vigo empezó ese Plan, hace ya más de 20 años ¿Qué fue de él? Los años de olvido no exteriorizan interés real. Pero el Ensanche sigue ahí, analicemos su urdimbre: dice cosas

Ensanche de García Olloqui. El mar (su emplazamiento) le regaló espacio y horizontalidad. El Plan Cerdá le enseñó la manzana en retícula (aquí 100 x 45 metros). La promoción (iniciativa privada) le privó de equipamiento público, manzana libre, iglesia o colegio. Y hubo un contencioso bellísimo: pase lo del mar, pero ¿de quién es el espacio intermareal? En defensa del vecindario, que en aquel arenal faenaba día y noche, ganó el Concello. Así, la ciudad ganó la actual Alameda.

La confluencia en Porta do Sol, en “V” aguda, de las rúas do Príncipe (carretera de Orense) y Policarpo Sanz (carretera de Pontevedra) rompe cualquier disciplina de retícula. Rompe el servicio del patio de manzana y diversifica tipologías edificatorias (pasante a dos calles, chaflán), propicia una trama formal más acomodaticia que tendrá repercusión futura. La rúa de Colón, antigua del Ramal (desvío al puerto), por ancho, rectitud a la ría, y ligero acento cosmopolita, cumple como arteria capital.

El trazado serpenteante de la Rúa do Doutor Cadaval y Ronda de Don Bosco, hacen notar una realidad terca. El Ensanche nunca es un salto al vacío, sino a un lleno ajeno: caminos preexistentes, parcelario rústico, labores agrícolas. El mercado del Progreso es un destello: una joya inmaterial. Sobrevivió incluso a la demolición del histórico, acertado, edificio de Benito Gómez Román. Ahora, amalgama arquitectura contemporánea, novedad social, culturas urbanas.

Ensanche apoyado en la apertura del primer tramo de la Gran Vía. Arranca tangente al barrio de Casablanca y se aventura a colonizar tras el Castro. Con la misión de llegar (en su día) hasta As Travesas, adopta el estándar viario de las grandes circunvalaciones europeas: la tipología de bulevar arbolado, de doble sentido, y mediana central generosa. El ensanche histórico casi llega a divisar el otro Vigo, el valle del Fragoso.

Tras tantos años de ausencia y extrañamiento del Plan Especial de Conservación del Ensanche (se llegó a una aprobación inicial del Avance en 2007 y ahí quedó), es obligado preguntar, con lógica. Realmente, ¿lo necesitamos, sirve para algo? No estamos solos en el mundo, quizá oriente otear el alrededor. Bilbao, ciudad emprendedora, industrial y marítima, lo utilizó como palanca certera en la regeneración ejemplar de su ciudad y Ensanche.

La regeneración del Patrimonio heredado, entre Xunta y Concello, entre comisión de aquí y comisión de allá, se mueve a paso de caracol, entre valoraciones interpretativas de extremo a extremo. De sobreprotección a laxitud. Leña al fuego de la creciente desconfianza social en el procedimiento administrativo y las instituciones. Inseguridad jurídica, despilfarro de energías del emprendimiento, técnicos, funcionarios, y políticos. Aunque solo fuera por esto, ya valdría la pena el Plan del Ensanche.

Había quedado bien la foto, y ahora ¿al baúl de los recuerdos? El Ensanche tiene su corazoncito, no seamos ingratos.

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