Opinión | El correo americano

Biden y el largo adiós

Parece que Joe Biden ha tomado la decisión de acudir a los medios de comunicación para defender su legado. Resulta que se ha anunciado la publicación de varios libros en los que se afirma que los familiares y asesores no fueron del todo sinceros a la hora de hablar de las «condiciones y limitaciones» del líder demócrata. Es decir, que no estaba bien y muchos eran conscientes de ello. Y lo ocultaron. En estas obras se incide en el error que se cometió al permitir que se llegara tan lejos, sabiendo que el presidente no estaba mentalmente ágil, que algo fallaba. Que no deberían haber esperado hasta la catástrofe del debate para expresar una inquietud que muchos sentían desde hacía tiempo. Por eso Biden aparece ahora en multitud de entrevistas hablando de los buenos resultados de su administración, de lo difícil que lo tuvo tras la crisis de la pandemia gestionada por su predecesor, de cómo los dirigentes mundiales agradecieron su liderazgo en política exterior, etc. En una entrevista en el programa The View, el expresidente incluso se atrevió a decir que él podría haber ganado las elecciones si hubiera sido el candidato.

Las intervenciones de Biden han provocado risas entre los republicanos e irritación entre los demócratas, no necesitados de reyertas internas, cuentas pendientes y causas personales improductivas. Sentir lástima por Biden en este momento no aporta nada a un partido que todavía no ha elaborado un discurso coherente, que carece de un líder para combatir el trumpismo con eficacia y que, por el momento, no ha sido capaz de presentar un programa (un proyecto, una estrategia) con el que ganar en los estados bisagra. Curiosamente, además, el expresidente adopta también la mala costumbre, que puso de moda Trump, de no pasar página, de seguir hablando de lo suyo, de lo injusto que se fue con él y de lo mucho que podría haber hecho si le hubieran dejado. De nuevo, como ocurrió con su abandono tardío de la carrera presidencial, sería mucho mejor para él y para su formación política dejar que el tiempo pase para que la historia lo juzgue, evitando esa ansiedad de tener que meter los dedos en el ya de por sí contaminado ciclo de noticias.

La gira televisiva de Biden no es más que otro síntoma de esta obsesión, tan en boga, por controlar el relato. Es comprensible que el expresidente quiera defenderse si considera que lo que se comenta sobre su estado de salud no se ajusta a la verdad, pero una entrevista acompañado de su esposa en The View no lo va a arreglar. Es más, puede empeorarlo. En política (sobre todo en política), la percepción equivale a la realidad. Y lo cierto es que Biden aparentaba (y sigue aparentando) tener mermadas sus facultades mentales. Con esa imagen deteriorada ya era suficiente para retirarse, asumir la situación con dignidad y proporcionarle a su sucesor (o sucesora) tiempo y apoyo para construir una candidatura fuerte. No lo hizo. Y ahora incluso sugiere que él podría haber despertado el interés de los abstencionistas…

Es verdad que muchos demócratas también llegaron tarde a esta conclusión. Tiene que doler ver cómo los que te animaban a permanecer en el cargo por patriotismo ahora te acusan de negligencia y deslealtad. Pero no se trata de un asunto personal, sino de una situación nacional crítica que requiere prudencia, humildad y una mirada de mucho mayor alcance, no un discurso autocomplaciente en un programa de televisión afín. Con todos los problemas que hay en el país, señalados por el propio demócrata en sus encuentros con la prensa, solo falta añadir a ellos el estancamiento de otro expresidente que se empeña en preservar su honor a costa de hacerle perder el tiempo a sus compañeros y votantes. Cuando la mejor forma de defenderse es permanecer en un plano discreto para luego esperar a que el tiempo te dé (o no) la razón. Al menos así podrá distinguirse de quien no supo salirse del terreno de juego una vez acabó la partida. Liderar, como expresidente, con el ejemplo. Y no seguir participando en el circo mediático en busca de redención y palmaditas en la espalda, cuando, como a estas alturas Biden debería saber, lo único que va a encontrar en él son insultos, burlas y manifestaciones de desprecio.

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