Opinión
Muface y lo demás
Me escriben de Muface, advirtiéndome de que no conteste –no reply–, postdata habitual en los emails de todo tipo y que de siempre me ha parecido de una inusitada mala educación. Me dice la mutualidad que a la fuerza debo cambiar de entidad médica pues la mía anterior ha abandonado el sistema –no sé si antes de que colapse o no, pues todo lo que parecía imposible ahora puede ocurrir–. También me recomienda que consulte bien los cuadros médicos de las dos aseguradoras que quedan para elegir la que más me convenga.
Busco en internet, pero la cosa no está clara y ya he sufrido fiascos anteriormente, así que, como mis achaques empiezan en la vista, me dirijo a la clínica oftalmológica que solo una de las compañías contempla en su servicio, y que es la que conserva todo mi historial y pruebas que incluyen tensión ocular con el consecuente riesgo añadido a la herencia de un abuela y un tío paternos con glaucoma. Mi intención es asegurar lo que la aseguradora no me asegura. Inútil empeño pues allí solo consigo que la nada amable recepcionista me trate con displicencia, por usar un eufemismo, y mientras ella niega de palabra y obra a otra paciente también de Muface la segunda recepcionista le grita. Sale el médico no sé si para disculparse porque entre los gritos no le oigo lo que musita por debajo de la mascarilla y enfilo hacia las oficinas de la aseguradora.
Encuentro similar e injustificada agresividad que me pilla cansada y cuando le digo a la señorita que no me trate así, me contesta que me grita porque si no, no la oigo. No me ahorro el desplante al despedirla y me voy a la otra entidad donde con mejores formas la respuesta es la nada. En conclusión, debo elegir una compañía sin saber el cuadro médico que tardará un mes o dos o más. Y recuerdo los tiempos lejanos en que Muface funcionaba, la luz no se apagaba –¡No va a haber apagón como dice la apocalíptica derecha, juo, juo, juo!–, los trenes salían y llegaban puntuales –¡Sabotajeeeee!– y las recepcionistas de las consultas médicas y aseguradoras no abroncaban a las inocentes pacientes
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