Opinión

Hacia un puerto de Vigo humanizado

Vista al mar desde el vial de Beiramar.

Vista al mar desde el vial de Beiramar. / Marta G. Brea

No se puede negar: se han dado pasos en la integración puerto-ciudad. No a la velocidad deseada, no sin salvar obstáculos ni reticencias —de los empresarios y la propia Praza da Estrela—, pero el puerto de hoy no tiene nada que ver con el de hace veinte años. La senda inaugurada hace unas semanas entre la antigua Barreras y Bouzas, que da continuidad al carril bici de Beiramar, es el último ejemplo de esa apertura. A mi juicio, se queda algo corta respecto a lo que podría haberse hecho —una senda ciclista y un paseo peatonal más amplios y practicables—, pero es, sin duda, el camino a seguir.

El potencial es enorme. La Autoridad Portuaria tiene otra oportunidad con la futura nave de rederas, que no solo dignificará un oficio casi en extinción —pero sin el cual la pesca sería inviable—, sino que también extenderá la regeneración iniciada en Portocultura hacia O Berbés. Y el propio Carlos Botana afirmó en estas páginas que quiere recuperar la playa urbana y la antigua piscina marina del Náutico, aquella en la que generaciones de vigueses disfrutaron de la ría e incluso se llegaron a jugar partidos de waterpolo. Hoy, ese espacio está lleno de pantalanes y yates.

Otro filón que hay que explotar —más pronto que tarde— es la parcela que ocupan las naves de Casa Pepe, obligadas a trasladarse por sentencia judicial. En plena terminal de cruceros, la imagen que se llevan los visitantes al arribar a Vigo, con estos almacenes de suministros, deja bastante que desear, pese a la ubicación inmejorable. Ya se plantearon proyectos para este suelo, como un acuario o una piscina —en realidad, el traslado de la del Náutico—, que no llegaron a cuajar. El puerto no descarta un uso hostelero vinculado al mar, que dignifique el entorno y haga que los vigueses se sientan orgullosos. Si es así, d’accord, como dicen los franceses.

El paseo de Bouzas, alrededor de la terminal, vivirá una profunda transformación con el visor submarino de Peiraos do Solpor —las obras ya han comenzado—, una iniciativa pionera que ha puesto a Vigo en el mapa y por la que Praza da Estrela ha recibido varios premios. Habrá que ver también qué solución propone para el último e innecesario relleno de Beiramar, una herencia envenenada de una etapa anterior. En teoría, su destino es mejorar la maniobrabilidad de los camiones que abastecen la lonja y como aparcamiento para las decenas de furgonetas que de madrugada acuden a llevarse el pescado.

A mayores, no estaría de más habilitar un paseo por la escollera de O Berbés, dotar de gradas al espigón del Náutico, recuperar de una vez por todas la nave de la extinta Fribesa o abrir al público el archivo histórico del Puerto, que conserva documentos que merecerían estar en un museo.

Pero el gran proyecto pendiente es sin duda el soterramiento del tráfico en la Avenida de Beiramar, prolongando el túnel hasta el cruce con la calle Coruña, aunque quizás habría que ser más ambiciosos y llevarlo hasta Bouzas. Ése sí que será un cambio transformador, aperturista y de futuro, para coser el frente marítimo, eliminar barreras, acercar la ría y poder decir, de verdad, que el de Vigo es un puerto humanizado.

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