Opinión | Crónicas galantes

USA, China, España

Critican sus críticos al presidente Pedro Sánchez que se haya aventurado a visitar China en plena batalla de aranceles con la América de Trump. Como si los chinos —y los asiáticos en general— nos hubiesen hecho algo.

No se puede decir lo mismo de los americanos. El último país con el que España entró formalmente en guerra exterior fue precisamente Estados Unidos, allá por el lejano año 1898.

Entonces no había un trolero Trump al frente, pero el gobierno USA de la época se las arregló para culpar falsamente a España de la explosión del Maine, buque de guerra enviado a La Habana con intenciones más bien provocadoras. Fue el pretexto oportuno para que el gobierno norteamericano le declarase a España una guerra que el arruinado imperio español no podía en modo alguno ganar.

Cuba cambió de dueño, al igual que las Filipinas y Puerto Rico, cedidas a los Estados Unidos en los acuerdos de capitulación. Un imperio ya harapiento alumbró, curiosamente, el surgimiento de la que sería la nueva potencia predominante en el mundo durante la mayoría del siglo XX y lo que llevamos del XXI.

Aquello fue un notable caso de ingratitud, si se tiene en cuenta lo mucho que los españoles habían ayudado a las 13 colonias británicas a alcanzar su independencia.

Aunque el asunto no se haya comentado mucho, el rey Carlos III envió secretamente armas, pertrechos y grandes sumas de dinero a los rebeldes de George Washington; pero no solo fue eso.

También las tropas del general Bernardo de Gálvez expulsaron a los británicos de la Florida Occidental, en una decisiva contribución al éxito de las fuerzas independentistas. Tendrían que pasar aún muchas lunas antes de que Barack Obama nombrase a Gálvez ciudadano honorífico de los Estados Unidos en reconocimiento a su papel en el nacimiento de esa nación que tan mal trató a España posteriormente.

A los hechos hay que remitirse. Además de arrebatar a los españoles sus penúltimas posesiones ultramarinas, los americanos afianzaron, ya en el siglo XX, la dictadura de Franco. El mismo general Eisenhower que había comandado el desembarco de Normandía fue el que, ya como presidente, apoyó al dictador y antiguo amigo de Hitler y Mussolini. Paradojas de la Historia.

Ahora que ya nos habíamos amigado hasta el extremo de adoptar sus costumbres e incluso su idioma —en forma de spanglish—, los americanos vuelven a importunarnos con sus aranceles. Lo mismo han hecho con el resto del mundo, desde luego; pero aun así se diría que guardan a los españoles algún oscuro rencor por razones difíciles de entender.

Tal vez por eso cueste comprender los motivos por los que una parte de los españoles reprochan a su presidente Sánchez (y no a Trump) que viaje a China y a Vietnam en la razonable búsqueda de mercados alternativos.

Siquiera sea por razones de distancia geográfica, las relaciones entre China y España han ido siempre como la seda desde los tiempos del Domund. Si además son gente amable y partidaria del libre comercio, poco se puede objetar.

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