Opinión
Ecuaciones y ocurrencias
En el Lejano Oeste americano eran populares los “snake oil salesmen”, o vendedores de aceite de serpiente. Viajaban en sus carromatos vendiendo pócimas supuestamente milagrosas, que elaboraban con ingredientes exóticos —como veneno o aceite de serpiente, y de ahí su nombre—, que igual servían, eso decían, para curar la impotencia, cualquier dolor o hasta la calvicie.
Cuando Donald Trump anunció hace días su política de aranceles blandiendo un cartón con el rótulo de «Aranceles recíprocos», me vinieron a la cabeza los vendedores de aceite de serpiente.
No me sorprendió especialmente el anuncio de Trump, ya que él mismo había cacareado al mundo que algo así iba a ocurrir. Además, a lo largo de los últimos meses ha dado muchas evidencias de que con él cualquier cosa puede ocurrir. Lo que no creo que nadie pudiese imaginarse, desde luego ningún economista un poco serio, ni siquiera un aprendiz de economista, es la forma en la que se decidió el gravamen a las importaciones que Estados Unidos va a aplicar a partir de ahora a los países con los que comercia.
El criterio es tan simple como irracional. Si en este momento no hay déficit comercial entre EE UU y otro país, se le aplicará a este un 10% de arancel. Es el caso de Australia, por ejemplo. Si, por el contrario, EE UU. Tiene actualmente un déficit comercial con un determinado país, se divide dicho déficit por el importe de lo que EE UU compra a dicho país, aplicando luego un descuento “benévolo” del 50%. Un auténtico disparate sin ninguna base de teoría o práctica económica.
Pero más disparatado aún podría ser el origen de la fórmula, si se confirmasen las sospechas que han circulado sobre el mismo. Sospechosamente coincide con lo que proponen algunos modelos de lenguaje de gran escala muy populares (ChatGPT, Grok, Gemini y otros), cuando se les pregunta por una forma sencilla de resolver los déficits comerciales y poner a EE UU en una posición equilibrada con el resto de países. Es sorprendente la similitud de las propuestas dadas por estos chatbots con la que aplicará la administración Trump. En algún caso proponiendo incluso la cifra base del 10% y realizar la división por dos del cociente entre el déficit comercial y el valor de las importaciones. Si es cierto que fue así como decidieron qué aranceles aplicar, una vez más la realidad superaría la ficción.
La física está llena de expresiones matemáticas que describen leyes o principios de la naturaleza. Algunas extraordinariamente simples, pero que nos han permitido entender y predecir el comportamiento de parte de lo que ocurre en el universo. Por ejemplo: la segunda Ley de Newton, F=ma, base de la dinámica clásica; la Ley de Ohm, que gobierna el comportamiento de los circuitos eléctricos (V=IR); o la que es quizás la más mágica de todas, la de Einstein que relaciona la masa y la energía, con la velocidad de la luz por medio, a través de una ecuación tan sencilla como asombrosa: E=mc2.
Sencillo no es sinónimo de burdo o superficial, es cierto. Pero hay dos grandes diferencias entre las ecuaciones que describen con precisión ciertas parcelas de la realidad, por sencillas que sean, y la ecuación que Trump y compañía se sacaron de la manga para aplicar subidas de aranceles al resto del mundo. Esta es una ecuación estúpida y aquellas fueron formuladas por personas ciertamente inteligentes.
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