Opinión
Puerco destino
La Ley de Bienestar Animal, que entró en vigor el domingo fareleiro, es alabada de manera unánime por los chanchos. Tras años de lucha, sus demandas han sido atendidas, y puesto que desde su nacimiento ya les espera un puerco destino, piden disfrutar del trayecto. ¡Qué menos! Entre los cambios, destaca el aumento de su espacio vital. Un incremento de 900 centímetros cuadrados por gorrino. Que para entendernos, en folios A4, representaría una hoja y la mitad de otra. Además, la norma pone el foco en los bebederos. Antes, 15 cochinos compartían el mismo vaso, ahora lo harán 12. En una granja de trescientos suínos había veinte fuentes, ahora se necesitan cinco a mayores.
Estas revolucionarias medidas tienen felices a nuestros amigos rosados, pero dejan tristón al sector y no sé por qué. Sin embargo, parece que el lamento de la patronal porcina ha enternecido al ministro Planas quien valora alargarles el plazo hasta el 2026. Están de suerte los empresarios que, aún conociendo desde principios del 2023 estos cambios, y tras dos años para adaptarse, ahora disfrutarán de una prórroga adicional.
¿Y si fuera al revés? Por ejemplo, que donde viven tres bichos se pudieran criar cuatro, o cinco. Pues —sospecho— la adaptación sería inmediata. Como muestra pongamos Estados Unidos, ese espejo de virtudes. Cuando Trump(a) anunció que la población migrante internada en los centros de detención se duplicaría en pocas semanas, la reacción del mercado fue premiar a GeoGroup y CoreCivic —los principales operadores privados de prisiones para migrantes— con significativos aumentos de su cotización en bolsa. Ambas compañías gestionan el 80% de estos neo-reclusos (menos del 20% está en instituciones públicas) y si, con las nuevas leyes, les llueven los «clientes», será un negocio redondo. No edificarán más cárceles, los alojarán como puedan pero, claro, será algo excepcional. De 24.000 camas actuales llegan a 45.000 en un plis. ¿Tan rápido? Sin dejar ningún cadáver por el camino y con las debidas garantías... cuesta creerlo.
Este «ti vai facendo» yanqui me recordó al tío Pepe cuando lo visitábamos en Navidad. Distribuía a los primos por las habitaciones haciendo un tetris humano. Había mantas en los sofás, colchones por el suelo, y en las camas de 90 dormíamos de tres en tres. Dos a la cabeza, uno a los pies. El desastre era mayúsculo pero qué niño se queja ante tremendo jolgorio. No, esto es diferente. Nada que ver. Aquí nunca es Nochebuena. Estos neo-reclusos están encarcelados, retenidos y, ahora también, hacinados. Su delito: cruzar un desierto, un río, una carretera. Tras esquivar la parca tantas veces, ahora se les ríe en el jeto. Alguno incluso pensará en lo cómodos que vivirán los gorrinos en España.
¿De verdad que esto se llama occidente?
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