Opinión

Imma Sust

Estefanía de Mónaco, la última rebelde

Hubo un tiempo en el que todas queríamos ser Estefanía de Mónaco. Mientras su hermana Carolina representaba la elegancia, la contención y el deber, Estefanía era puro instinto. Era una princesa que no quería ser princesa. Huía del protocolo, hacía lo que le daba la gana, encarnaba la rebeldía con un descaro que pocas mujeres de su posición se atrevían a mostrar. Fue cantante, diseñadora de bañadores, empresaria, activista por los derechos de los animales y funambulista sentimental. No tuvo miedo a los escándalos ni a los rumores. Amó sin filtros ni estrategias y vivió su sexualidad con una libertad que sigue escandalizando hoy en día a algunos. Fumaba en público, iba en moto y salía de fiesta con estrellas de Hollywood. Tuvo momentos memorables. Recuerdo cuando Pedro Ruiz le regaló un caballo en prime time o cuando se enamoró de aquel domador de elefantes.

La verdad es que lleva tiempo alejada de los medios y se deja ver poco. Su última aparición fue hace unos días en a la inauguración de la 47ª edición del Festival Internacional de Circo de Montecarlo y no ha dejado a nadie indiferente. ¿Qué ha hecho para convertirse en el punto de mira de la prensa rosa y no tan rosa? Pues ser ella misma y mostrar su rostro de señora de 60 años sin retoques, sin cirugías, sin bótox, sin filtros y sin maquillaje. ¡Maravillosa! Me alegra mucho darme cuenta de que su rebeldía sigue intacta. Lo lamentable es que muchos medios han analizado su rostro de forma absolutamente errónea. «¿Qué le ha pasado?», «Está irreconocible», «Muy envejecida», dicen los titulares, como si una mujer de 60 años no pudiera salir a la calle con su rostro real, sin cirugía ni maquillaje, sin incomodar a nadie. Como si no fuera completamente normal verse así a esa edad. Como si la única forma de existir fuera con la piel estirada, los pómulos rellenos y una zódiac en la boca en lugar de labios.

Me parece una vergüenza que la noticia no sea la naturalidad de una mujer que ha decidido no operarse, sino la idea absurda de que eso es un problema. Una vez más, Estefanía de Mónaco nos recuerda que ser fiel a una misma es, hoy más que nunca, el mayor acto de resistencia.

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