Opinión
Drácula busca pisito
José Afonso, el cantautor portugués, compuso a principios de los sesenta «Os Vampiros». Aunque el disco que la contenía pudo ver la luz en 1963, la censura acabaría prohibiendo la canción. La verdad sea dicha, la letra era demasiado explícita para la dictadura salazarista con un estribillo que martilleaba sin cesar: «Eles comem tudo, eles comen tudo/ Eles comem tudo e não deixam nada». Para escribirla, Zeca lo tuvo fácil, pues sabiendo la mala fama de estos bichos alados era sencillo que el imaginario popular los emparejara con los poderosos, los gobernantes al frente del «Estado Novo» portugués y la pantomima colonial que desangraba el país en las guerras de Ultramar (Angola, Mozambique, Guiné Bissau...).
También, este desprestigio asociado a los vampiros, es en parte responsabilidad de Bram Stoker y su célebre novela de aventuras. Porque si en la canción protesta estos chupaban «o sangue fresco da manada», en el libro del irlandés nos presenta a Drácula como un incipiente especulador inmobiliario que acapara viviendas para sus oscuros fines. De hecho, la trama se inicia con una transacción comercial que un joven abogado, debe cerrar con un misterioso Conde que vive en Transilvania. La operación implica la adquisición de varios predios (tres) en Londres, pues es a la capital a donde se desplazará Vlad Drácula para extender sus dominios. Esas tres propiedades que irá alternando —para pasar desapercibido— y donde vivirá apartado, durante su estancia londinense, ejemplifican a la perfección uno de los problemas habitacionales en el que nos encontramos: Hay casas para los turistas, para los extranjeros festeiros, sin embargo los vecinos del barrio tienen cada día más complicado encontrar un techo. El dato lo aportaba FARO la semana pasada en estas páginas: «Casi la mitad de los pisos construidos en Galicia se destinaron a segunda vivienda o uso vacacional». Desde 1981 en Galicia se han edificado cerca de 600.000 viviendas, si bien, tan solo 357.000 constituyeron el nuevo hogar de una familia.
En 2024 España recibió 93,8 millones de turistas internacionales. Está claro que el turismo ha superado el parón de la pandemia y 2025 mostrará más cifras de récord. De hecho, si algún conde de los Cárpatos busca hoy alquiler turístico sabemos que encontrará. Es lo esperado. Sin que importen las consecuencias, a la todopoderosa industria vacacional se le permite albergar cada año más y más visitantes. Lo perverso es que estas gentes volverán a su país convencidas de las bondades de la política habitacional española que siempre les ofrece un alojamiento. Es cierto, a los veraneantes nunca les faltan casas, restaurantes abiertos ni lugares hermosos para el solaz descanso. Solo que para desgracia de muchos, ellos son —como en la canción de Zeca— quienes «comem tudo e não deixam nada».
Suscríbete para seguir leyendo
- Alfonso Rueda responde a las quejas de Jorge Cadaval sobre las lluvias en Andalucía y su referencia a Galicia: «Es lo que hay»
- La Fiscalía cree tener la prueba para hacer tambalear la instrucción de Hurtado
- El restaurante de Vigo con «carne ilimitada por 17, 90 euros» en el que no pagarás el día de tu cumpleaños
- Ya es oficial: te puedes jubilar a los 63 años si cumples este requisito
- El Supremo inadmite los recursos de la Xunta y empresas a favor de dos parques eólicos y valida la paralización del TSXG
- Rescatados los 19 tripulantes de un pesquero gallego hundido tras un incendio en el Pacífico
- Indemnizan con 4.000 euros a una pasajera que se cayó al bajar del autobús urbano en Vigo
- Muere Xurxo Bouzo, exfutbolista del Ourense