Opinión

O Marisquiño, a por otros 25 años

O Marisquiño, en su pasada edición.

O Marisquiño, en su pasada edición. / Alba Villar

No conozco personalmente a los organizadores de O Marisquiño, a ‘Pity’ (Carlos Domínguez) y compañía, pero no hace falta para reconocer su enorme mérito. Han sabido transformar la ilusión y la osadía de aquellos primeros torneos de skate que se hacían en Samil a mediados de los 90 en uno de los festivales de cultura, música y deportes extremos urbanos más influyentes del mundo —por no decir el más importante, eso se lo dejamos a ellos y a los políticos—. Un fenómeno social, más que deportivo, que este verano celebrará su 25.º aniversario y que, estoy seguro, volverá a llevar la marca Vigo por todo el mundo.

Tal es su repercusión que no me extraña que otras ciudades, españolas y europeas, hayan cortejado durante años a los creadores del evento para que hiciesen las maletas (algo que estuvieron a punto de hacer en varias ocasiones por falta de apoyo institucional). Patrocinadores de primer nivel internacional, redes sociales con millones de seguidores, pruebas de copas y campeonatos del mundo, un ambiente espectacular y un escenario incomparable —Vigo— hacen de O Marisquiño una cita obligada tanto para los aficionados a estas disciplinas como para todo el que quiera pasarlo bien, niños y mayores. Mis hijos, de 2 y 5 años, ya son grandes fans; por algo será.

Por todo esto, es más que lógico el respaldo que la organización del festival recibe de las administraciones públicas, mayoritariamente del Concello, que acaba de aprobar en junta de gobierno una ayuda de 1,3 millones de euros para blindar su continuidad. Habrá quien critique esta asignación por excesiva, pero quien lo haga seguramente no tiene en cuenta el retorno económico de un festival como éste, los puestos de trabajo que genera y los ingresos que aporta a la hostelería local. Pero, sobre todo, no sabe valorar el impacto que O Marisquiño tiene en la imagen de Vigo, especialmente en un público joven, de futuro.

Sí, han pasado 25 años desde aquel primer campeonato en el viejo skatepark de O Castro, que, si mi memoria no me falla, ganó un vigués (lo acabo de comprobar: Andrés Álvarez Fernández, más conocido como ‘Pay’). Un cuarto de siglo en el que O Marisquiño ha recorrido la ciudad de punta a punta (O Castro, Samil, Náutico, de vuelta a Samil...), ha ido incorporando disciplinas (break, BMX, flatland, downtown, big jump, basket 3x3...), música (con conciertos que han quedado impresos para siempre en la retina de los vigueses —al menos para los de mi generación—, como los de Public Enemy o Bad Religion) y un día para las familias, y ha sido capaz también de sobreponerse al trágico accidente de 2018 (cuando se hundió un muelle en plena actuación musical) e incluso al COVID con una edición online en 2020.

O Marisquiño no es solo un festival, es un símbolo del espíritu de Vigo: audaz, innovador y capaz de convertir un sueño en un referente global. Que hoy, 25 años después, siga creciendo y proyectando la ciudad al mundo es la mejor prueba de su valor. Porque, más allá del espectáculo y la adrenalina, O Marisquiño es identidad, orgullo y futuro. Y mientras siga latiendo al ritmo del asfalto y las olas de la ría, Vigo tendrá en él una de sus mejores cartas de presentación.

¡Felicidades! A por otros 25.

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