Opinión
¿Participará Europa en unas eventuales negociaciones con Rusia?
¿Participará la Comisión Europea en unas eventuales negociaciones de Estados Unidos con Rusia para poner fin a la guerra de Ucrania? El Kremlin no parece tener demasiado interés y no parece tampoco que la idea entusiasme el nuevo presidente de EE UU, el más neoimperialista que aislacionista Donald Trump.
La UE se ha vuelto en cierto modo irrelevante para el republicano, que pretende tratar a los europeos como está habituado a tratar a su patio trasero y quiere hacerles pagar mucho más caro el escudo protector que les brinda.
La realidad es, por desgracia, que nunca ha estado tan débil la Unión Europea como en este momento, y de eso sólo puede culparse a sí misma.

¿Participará Europa en unas eventuales negociaciones con Rusia?
Ya no hay ni siquiera en Francia líderes conservadores como el presidente Jacques Chirac ni en Alemania a socialdemócratas como el canciller Gerhard Shroeder, que supieron decir «no» a Washington cuando pretendió arrastrar a sus países a la guerra de Irak.
Hoy Francia no tiene al frente a un orgulloso gaullista como Chirac, sino a un globalista, que habla de su país como «start up nation», mientras que el actual canciller alemán, socialdemócrata como Schroeder, sufrió en silencio el sabotaje de los gasoductos del Báltico.
Y como ellos, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, apostó hasta el último momento por la victoria del Partido Demócrata en las presidenciales de EE UU, y el triunfo del republicano Trump la cogió como a todos ellos con el pie cambiado. La ampliación de la OTAN a los países del este de Europa, empeño de ambos partidos estadounidenses, en ningún caso puede decirse que haya traído mayor seguridad al continente.
Se habla de la nueva fortaleza de la OTAN con la ampliación no sólo a los países del disuelto pacto de Varsovia, sino también a otros que antes eran neutrales como Suecia y Finlandia.
El otro día un diario nacional hablaba en sus titulares de una «Finlandia en constante estado de alerta ante la amenaza de Rusia».
Uno no sabe que Rusia haya «amenazado» ahora al país vecino, pero el sintagma «amenaza rusa» siempre funciona.
Y aunque fuera cierto, que no lo es, ¿se habrían sentido hoy amenazados los finlandeses si su país hubiese mantenido su neutralidad, a la que por cierto renunció el Gobierno de Helsinki sin consultar a los ciudadanos?
La ampliación de la OTAN al este de Europa, frente a lo prometido en su día por Washington al Kremlin, lejos de traer más seguridad, ha traído más potencial de conflictos al continente.
Estados Unidos trató de aprovechar la disolución de la Unión Soviética para expandir su esfera de influencia, y franceses y alemanes, venciendo sus primigenios instintos, le siguieron en esa aventura hasta acabar toda la UE arrastrada al conflicto ruso-ucraniano.
Conflicto que dura ya casi tres años y del que los europeos, pese a verse muy perjudicados económicamente, no parecen poder o querer salir.
La Comisión Europea quiso desde el primer momento complacer a Washington involucrándose en una guerra que la OTAN tenía que saber inevitablemente perdida, y ahora Bruselas está en una posición más débil que nunca.
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