Opinión
Israel prosigue su campaña genocida
Como era más que previsible, tras destruir casi totalmente Gaza, el Estado sionista prosigue en Cisjordania su campaña genocida mientras dura la tregua temporal acordada con Hamás para la Franja.
Y lo hace ante los ojos y con la complicidad de un mundo que parece no tener la mínima capacidad o voluntad de impedir que Israel haga lo que en su día trató de hacer la Alemania de Hitler con los judíos europeos.
El Gobierno de Benjamin Netanyahu lanzó la brutal operación militar en Gaza con el objetivo declarado de aplastar como a cucarachas al grupo responsable del atentado del 7 de octubre contra Israel.
Pero, como explica el exnegociador israelí Daniel Levy, sus ciudadanos han visto ahora con espanto cómo el mismo día en que comenzó la tregua, los militantes de Hamás reaparecían luciendo orgullosos sus uniformes junto a las primeras rehenes a las que habían aceptado liberar.
Como reconoció incluso el propio ex secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, Hamás no solo ha desaparecido, sino que parece haber reclutado a casi tantos nuevos militantes como puede haber perdido en los ataques israelíes.
Porque Hamás es solo una idea, la idea de que no puede haber paz con Israel mientras siga oprimiendo y asesinando a palestinos, algo que Netanyahu, por razones egoístas —no quiere ser juzgado por corrupción cuando acabe la guerra— y los ultras de su Gobierno, por motivos religiosos, no pueden aceptar.
Israel sigue pues matando en Cisjordania y bombardeando campamentos en sus ciudades ocupadas como el de Yenín, destruyendo cosechas y casas de los palestinos y deteniendo a quien le da la gana.
De nada sirve que se comprometiese a liberar a cambio de los rehenes a miles de palestinos, en su inmensa mayoría injustamente encarcelados, porque poco le costará detener a otros con el mínimo pretexto como ha hecho tras invadir el hospital AlRazi.
Y mientras tanto, la que llaman «la única democracia de Oriente Próximo» hace la vida imposible en Cisjordania, aumentando sin fin los controles allí establecidos, que obligan a los palestinos a grandes rodeos y a soportar todo tipo de vejaciones cuando van al trabajo, a sus campos de cultivo o simplemente al médico.
Y nuestras democracias, que tanto hablan de «valores» e imponen sanciones cuando se trata de defender a Ucrania, no solo miran como las dictaduras árabes para otro lado sino que persiguen a quienes se manifiestan en la calle o en las universidades contra el genocidio gazatí enarbolando banderas palestinas o portando la kufiya.
Y mientras se condena a quienes apoyan la campaña internacional de «boicot, desinversiones y sanciones» contra Israel, se vuelve a invitar a ese país al festival de Eurovisión, que tendrá lugar en una Suiza cada vez menos neutral, con una de las supervivientes del ataque de Hamás como representante.
Un festival organizado por la misma Unión Europea de Radiodifusión que se apresuró a vetar a Rusia cuando este país invadió ilegalmente a su vecina Ucrania. Pero Israel tiene al parecer patente de corso.
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