Opinión | Adiós a un comunicador emblemático
Querido Piñeiro
«¿Cómo que jamás te haya manifestado nuestra admiración, cosa ya ahora imposible?», se pregunta el periodista vigués Fernando Franco

Fernando Franco y Superpiñeiro en una imagen de 2009 / Ricardo Grobas
Los que estamos en ese frente de batalla, la lucha contra ese okupa maligno que a ti te llevó, sabemos bien lo que has tenido que pasar, todas las inclemencias que has tenido que vivir, lo que has tenido que opositar por mantener la vida. Y sabemos, los que te conocimos, que lo has hecho con la dignidad y entereza de un soldado que defiende la patria de su cuerpo.
¿Cuánto tiempo hace que tu llegada a Vigo, la ciudad que me dijiste hace dos décadas que te parecía más cosmopolita de Galicia, ideal para gente de horizontes amplios como tú, fue fraguando un afecto labrado en encuentros puntuales? El I premio Mayeútico de Honor en el entonces teatro García Barbón que tú recibiste también y en el que me hiciste la laudatio, la defensa desde la Radio Galega cuando suscité las iras de la Asociación de Víctimas de Accidentes de Tráfico por un artículo de humor mal templado, la presentación de Contra Tempo, el tercer disco de Alberto Cunha, en que dijiste palabras muy atinadas sobre este reto de la música, que para algo también lo conocías en tu otro yo de cantante. ¡Qué a gustito estuvimos allí con Bibiano Morón y José Antonio Sánchez, que se fueron antes que tú, con Gudelj...
Un día, sentados en una céntrica terraza de la Puerta del Sol, me dijiste que a ti lo que te hubiera gustado es ser cantante y no sé si fue de broma o de veras, dada tu experiencia como educador y como triunfal presentador televisivo, pero sé que se te iba la mano al micrófono cantarín, que si mal no recuerdo tu felicitación navideña de un año cantada con tu amiga Ana Kiro era “Capitán de Madera”, de tu otro amigo Juan Pardo. Y qué bien la cantabas y vivías sacando al exterior tu alma de niño. Me contaron hace años que a Ana Kiro, a la que tanto querías y que también se fue por culpa de un cáncer, tu mismo agresor, le diste tu compañía en sus malos momentos. Muy creíble, muy propio de ti.
Te gustaba la marcha de Vigo aunque siempre fuiste un tipo sobrio en los consumos, de equilibrio, poco amigo de farándulas pero gozoso contemplador de la alegría de otros en ellas, familiar, celoso de tu intimidad, al que la fama (¡qué duro sobrellevarla a veces por la calle!) no había hecho mella en tu humildad y conservabas los amigos de antaño. Y tu humor, gallego por antonomasia, inteligente en el tú a tú, nacionalpopular en la TVG con tus maternales admiradoras. ¡Ay, Lola, qué bonita estás ¿fuches á peluquería? ¡Cuánto nos reímos cuando por tu libro “De Piñeiro a SuperPiñeiro” te entrevisté y me contabas anécdotas tuyas de monaguillo, tus apuros de estudiante, la cara B de tu vida en los escenarios…
Meses que no te veía ¿cómo es posible que no nos hayamos felicitado esta Navidad, cómo que jamás te haya manifestado nuestra admiración, cosa ya ahora imposible? Aquí quedamos tras tu marcha los que aún resistimos, recordándote.
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