Opinión
La fotografía
Se supone que las juezas y jueces de los juzgados de instrucción son profesionales y como tales, capacitados y bregados para enfrentarse a situaciones extremas en las que se encuentran personas a las que la vida las ha situado más allá de la línea de flotación del dolor y de la desesperación; personas dobladas ante la muerte de sus seres amados, muchos de ellos convertidos en cadáveres descuartizados, decapitados, rotos, acuchillados, enganchados, colgados, aplastados.
He sido jueza de instrucción, conozco lo que digo y, como mis compañeros y compañeras, he llevado bien este trabajo, lo mejor que supe y pude.
Pero lo que llevaba mal y me desmoronaba interiormente eran los levantamientos de cadáveres de niños y niñas. Solo el espíritu justiciero e inquisidor, que se me rebelaba ante tanta inocencia espantada, podía paliar el desgarro, el llanto interior, que sufría al tener que reconocerlos.
"El santo inocente podría ser uno de los muchos que han sido ametrallados en sus escuelas, cuando estaban en su pupitre o cuando salían por la puerta"
Esta mirada hacia atrás en busca de recuerdos judiciales, sin evocarlos, ha venido a mí por medio de una fotografía del periódico que estaba leyendo, cuyo pie rezaba así: “Varios hombres rezan ante el cadáver de un niño palestino, en Gaza, este martes”.
Sí, efectivamente, el que aparecía en la foto era un pequeñito con sus vaqueros, sudadera roja y zapatillas yaciendo en el suelo gris loseta; rodeado por hombres que rezan impotentes y lloran con lágrimas secas; cabeza y carita tapada mirando al cielo, tal vez aun buscando a su mamá, tal vez venia de sacar sus pertenencias del edificio bombardeado en el que vivía con su familia.
El santo inocente de la foto podría ser uno de los muchos que han sido ametrallados en sus escuelas, cuando estaban sentaditos en su pupitre o cuando salían por la puerta cargados de deberes, mochila al hombro.
Este ángel podría ser también uno de los que salieron pulverizados en uno de los rutinarios bombardeos a hospitales, a donde, también es posible, que el nuestro hubiese acudido para curarse de heridas anteriores hechas por francotiradores.
Instintivamente, a modo de esquela, recorté la foto del periódico, la doblé con sumo cuidado, me la guardé en la cartera y me puse a escribir en su memoria esta dedicatoria: para él y para los más de 400 niñas y niñas que cada día caen muertos o heridos.
Pero este, ya mi niño, también podría ser cualquiera de los nuestros, nuestros hijos, nuestros nietos… y un dron desde el cielo azul los hubiese hecho saltar por los aires a la salida del cole o en pleno jolgorio de recogida de niños o subida al bus. Podrían ser también, como ellos, muñecos voladores manchados de sangre hacia la eternidad.
Así, de esta manera, es sencillo poder visualizar, envueltos en una destrucción generalizada, a los muertos, a los intervenidos sin anestesia, a los mutilados, a los traumatizados por la guerra, a los que pasan hambre, sed y carecen de medicinas, a tanto menor deambulando solo entre escombros, bajo temperaturas invernales, a la búsqueda de sus padres y familiares o a la de un lugar seguro para refugiarse.
Sí, los podemos ver a la perfección, no valen las disculpas. Están ahí y sus ojos nos interpelan para que los miremos de frente y clamemos por un acuerdo de paz, no hay tiempo que perder, que ponga fin a la violencia y a su inimaginable sufrimiento. Un acuerdo aunque sea sobre ríos de cascotes, aunque sea demasiado tarde para los 46.000 palestinos muertos, entre ellos, el ángel caído de la foto.
Suscríbete para seguir leyendo
- Antonio David Flores regresa a la televisión tras su derrota judicial contra María Patiño: «Nunca olvidaré todo lo que has hecho»
- Dos gasolineras de Vigo tiran los precios y permiten un ahorro de más de 20 euros por depósito
- El alcance total del patrocinio del Celta a 'La Revuelta' equivale a casi 17 millones de euros
- Rescatan a un hombre que se subió a lo más alto de una grúa para lanzarse al vacío en Rosalía de Castro
- En libertad el cabecilla de la red que traficaba con Rivotril y en la que están implicados médicos de Cangas y Vigo
- Buscan a un marinero que pescaba frente a la costa de Bueu
- Sanidade permite seguir ejerciendo a los cinco médicos investigados por la red de tráfico de Rivotril en Cangas y Vigo
- Una valla publicitaria de ocho metros en Gran Vía para declararse: «¿Rubén, quieres casarte conmigo?»