Opinión
Antolín, alguien próximo
Ejemplo de cómo la traducción influye en el país de llegada
Conocí a Mariano Antolín Rato de milagro, en julio de 2023, en Gijón. Estábamos en una terraza, a la sombra, tomando algo entre escritores. Qué calor hacía. Recuerdo que hablamos, pero no de qué exactamente. Quizás solo nos saludamos y charlamos en general, sin exactitudes. Me dio pena no confesarle lo importante que había sido en mi vida y, supongo, en la de miles y miles de lectores y no pocos escritores. Eso sucedió en vísperas de la entrega de los premios de la Semana Negra. Él estaba nominado al Premio Celsius a la mejor novela fantástica, ciencia-ficción o terror, por La suerte suprema. Acabó ganándolo, aunque discrepaba con que su libro cayese en alguno de esos géneros. «Yo creo que mi novela es realista», afirmó, provocando.
Mucho antes de conocer a Antolín Rato en persona, me pregunté durante años quién era ese señor cuyo nombre, en letra diminuta, aparecía en infinidad de novelas norteamericanas que pasaban por mis manos, en calidad de traductor. Recuerdo la primera que leí traducida por él, American Psycho, de Bret Easton Ellis, y de qué manera cambió mi forma de relacionarme con la literatura, nada más comenzar los años noventa. Sus traducciones de Menos que cero y Los confidentes, también de Easton Ellis, fueron las siguientes lecturas, así como Generación X, de Douglas Coupland, y A media luz, de Jay McInerney.
Hay varias generaciones de lectores y escritores en este país cuyas vocaciones brotaron o se consolidaron gracias a la intermediación de Antolín con la novela norteamericana del siglo XX. Su repertorio abarcó muchos registros lingüísticos, estilos, corrientes y visiones literarias o del mundo. Su caso es un ejemplo perfecto de cómo la traducción influye en la creación literaria en el país de llegada. Difícil pensar en algún autor vivo que no haya leído a autores dados a conocer aquí gracias a Antolín: Ezra Pound, Faulkner, Scott Fitzgerald, Carson McCullers, Burroughs, Kerouac, Raymond Carver o Richard Ford son solo algunos. Lo normal sería sentir su muerte como la de alguien muy próximo.
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