Opinión
Brillar sin deslumbrar

Vigo apaga su Navidad. / Pablo Hernández Gamarra
Ayer tocó desmontar el árbol de Navidad en casa. No tuvo nada que ver con la fecha elegida por el alcalde —a sugerencia, según dice, del sector hostelero— para apagar las luces en Vigo. En casa mandan mis hijos y, salvo que tengan hilo directo con él, fue pura casualidad. Con el árbol y los adornos navideños pasa un poco lo mismo que con un barco —para quien pueda permitírselo, claro—: los dos momentos más felices son cuando lo compras y... cuando lo vendes. No sé qué me gusta más, o qué me aporta más paz, si el ritual de montar y decorar el abeto plastificado con los pequeños o el de recoger y guardarlo todo hasta la próxima Navidad, que, al ritmo al que pasa la vida, ya está a la vuelta de la esquina.
Los residentes de la zona cero de la Navidad seguro que celebran más el apagado que el encendido. Sin embargo, no podrán negar que los inconvenientes de este fenómeno turístico sin parangón, que ha traspasado fronteras, han disminuido considerablemente en comparación con otros años. Menos ruido, menos atracciones que nada tienen que ver con estas fiestas, una mejor organización del tráfico que evitó grandes colapsos y, eso sí, mucha gente. Aunque da la impresión de que hubo menos público o, al menos, que estuvo más repartido en el tiempo respecto a citas anteriores, lo que permitió disfrutar de los 57 días de Navidad con normalidad. Veremos las cifras que dé el alcalde y las oficiales del INE en los próximos meses.
Al Concello hay que reconocerle que hizo los deberes. Chapeau, que dirían los galos. Seguro que aún hay margen de mejora y que tanto Caballero como el concejal de Fiestas Especiales, Ángel Rivas, y la responsable del Comité de Navidad, Carmela Silva, han tomado buena nota. También han tomado nota los alcaldes del resto de municipios del área, de Galicia y, me atrevería a decir, de toda Portugal, que han replicado en mayor o menor medida el modelo de éxito vigués. Quizá por eso la afluencia fue más ordenada esta vez que en campañas anteriores, porque Vigo ya no monopolizó la oferta navideña.
Con todo, hosteleros, comerciantes, taxistas… el sector servicios en su conjunto coincide en que se han cumplido las expectativas —en gran parte gracias al buen tiempo de noviembre y diciembre— y en que el filón de la Navidad olívica aún no ha tocado techo. Así que, con el árbol desmontado y las luces apagadas, solo queda confiar en que este éxito turístico siga creciendo con el equilibrio justo entre éxito y sostenibilidad. Porque, al final, lo importante no es solo brillar, sino hacerlo sin deslumbrar.
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