Opinión
Despedida en la estación de autobuses
Parece que fue ayer. ¿Cómo explicarlo? Basta la ojeada rápida a un plano turístico de la ciudad de Vigo o en «Maps» hacer foco en la antigua Estación de Autobuses y, en un soplo, te das cuenta exacta de que esta está ubicada justo en el interior del rotor de un complejísimo nudo viario de la red arterial. Sí, un emplazamiento insólito. Así es, un cuerpo extraño en el ojo nodal. Aquí la realidad es exactamente lo que parece.
Mediados los años 80, la anemia histórica del servicio de ferrocarril de cercanías, unida a la supresión del tranvía, disparaba los niveles de utilización del autobús en los desplazamientos de ámbito supramunicipal. La Estación era una dotación inaplazable, una aspiración ciudadana. Urgía hacerla, pero ¿dónde? ¿cuál era entonces el patrimonio municipal de suelo en el área central de la ciudad? ¿qué alternativas había?
Había la alternativa intermodal, integrándola en la Estación del tren (como se hizo casi 40 años después). La Revisión del Plan General impulsada por la reciente democratización municipal, trabajaba en ella. Diagnóstico claro, claro como que la gestión tiene sus tempos. Para obviar este escollo López Candeira, director del equipo redactor del Plan y arquitecto de invectiva, apuró un anteproyecto demostrativo de que se podía ubicar y funcionar correctamente bajo la Plaza de la Estación del tren.
Había la otra alternativa, la posibilista, integrándola en intervenciones urbanas abiertas, ya en desarrollo (como entonces se hizo). En aquel momento dos remodelaciones estrella centraban el protagonismo urbanístico. Una de iniciativa pública, el desafío del primer anillo de circunvalación (actual Av. de Antonio Palacios) como alternativa al derribo de «scalextric» en 1986, y la otra de iniciativa privada, la gestión del Polígono del Calvario como motor inmobiliario.
Una observación más atenta del ocurrente emplazamiento de la antigua Estación de autobuses revela, advierte, que la forma del rotor central donde se ubica es oval, alargada, deformada y muy forzada hasta poder dar cobijo a una voluminosa edificación. La otra revelación es lo caótico de la madeja de circulaciones que lo rodea. Carriles, rampas, intersecciones, ramales, accesos, entradas, salidas, distribuidores, totalmente ilegibles y sin resolver satisfactoriamente nada, crean un área ambientalmente tóxica.
En favor de esta alternativa, se argumentó que contaría con una accesibilidad privilegiada, excepcional, tanto viaria como peatonal. Nada más equivocado. Los conocimientos técnicos ya lo refutaban y los años de uso lo han corroborado plenamente. Introducirse en el corazón del avispero de tráfico, no es solución sino su agudización del problema de accesibilidad. La Estación sí quedo perfectamente aislada, encapsulada, aprisionada, ausente del área urbana, ajena al ciudadano, incómoda al uso, al barrio y a la ciudad.
La rotonda interior de un complejo y saturado nudo de la red arterial, tanto por su uso para el tráfico de vehículos como por su escala, es lo que es y no otra cosa. Es un componente específico del diseño viario, y no es otra cosa. No es sitio para un equipamiento o dotación sea del uso que sea, no es un parque urbano, no es un área de descanso tranquila, no es un campo de juego de niños, no es una estancia sana fónicamente.
¿Qué más decir? He de decir que no caigamos hoy en el mismo error de entonces. Es de mal agüero oír hablar de alternativas de uso, de reemplazar ahí otro equipamiento o de habilitar como parque urbano. No lo dudemos un momento: ese espacio está estrechamente unido a una importante articulación de la red viaria. Es parte esencial de un modelo de diseño contrastado, parte funcional de una distribución de espacios bien sean rodados o ajardinados, parte de un diagrama probado. Dejémosle ser hoy lo que iba a ser en origen.
¿Dolor en el alma urbana? No por derribar ese edificio, no por sanear y limpiar ese sitio que apenas respira. Lo que sí procede es, una vez eliminado el cuerpo extraño, reajustar con buen diseño los trazados circulatorios de este nudo tan estratégico. Clarificar y aliviar tensión. Y esto enlaza con las otras dos tareas pendientes: al este, el siempre interrogante nudo de Buenos Aires y, al oeste, el nunca bien solucionado entronque de la VG-20 con el barrio de Navia. Del adiós a los errores se aprende.
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