Opinión
La ley del silencio del IEO
La crisis reputacional del centro de Vigo del Instituto Español de Oceanografía (IEO), lejos de amainar con la presentación del proyecto de reforma integral de las instalaciones a finales de noviembre (que contempla una inversión cercana a los 10 millones de euros), continúa agravándose. La reciente anulación del contrato para reconstruir la planta de cultivos, tras la exclusión irregular de una firma aspirante, supone un nuevo golpe para una institución centenaria que, aunque emblema de la ciencia española, lleva demasiado tiempo a la deriva.
Esta cancelación no solo retrasa la imprescindible renovación del complejo —dividida en dos actuaciones: el edificio principal, por un lado, y la nave de cultivos, por otro—, sino que también pone de manifiesto una preocupante falta de diligencia en la gestión de proyectos esenciales para el futuro de la investigación marina en España. La situación del IEO de Vigo es crítica, como hemos denunciado en repetidas ocasiones desde este periódico, a pesar del manto de silencio cómplice que rodea al centro y a sus investigadores.
¿Por qué lo llamo «silencio cómplice»? Porque, de haber sido por los responsables del IEO —y, por extensión, del CSIC—, y la mayoría de sus colaboradores, nada se habría sabido sobre las condiciones de inseguridad de la nave de cultivos, un espacio al que los investigadores accedían con casco por riesgo de caída de cascotes. Como lo leen. ¿Se imaginan algo similar en una gran empresa como Stellantis o Inditex? Sin duda, habría protestas diarias, con los sindicatos movilizando a los trabajadores para denunciar el abandono de las instalaciones y, sobre todo, los riesgos para la integridad física del personal.
¿Han visto ustedes alguna manifestación del personal del IEO denunciando esta situación? No la busquen, porque no la hubo. Ha primado una suerte de «ley del silencio» entre los científicos, incluso cuando estaba en juego su propia seguridad. Francamente, no lo entiendo. Pero no puedo evitar ver paralelismos con otro escándalo, esta vez a nivel nacional, que afecta al Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), cuya directora se ha visto envuelta en polémicas por su gestión. En este caso, se supo que gran parte del personal era consciente de los problemas internos, pero optó por el silencio para no comprometer su estabilidad laboral. ¿No les recuerda esto a lo ocurrido en Cabo Estai? Luego los medios somos los malos.
En un contexto de crisis climática, pérdida de biodiversidad y tensiones en torno a los recursos pesqueros, el abandono del IEO no solo constituye una negligencia hacia la institución, sino también hacia la sociedad en su conjunto. La investigación marina es una necesidad estratégica para una comunidad como Galicia, cuyo desarrollo está intrínsecamente ligado al océano.
Es imperativo que todos los agentes implicados tomen cartas en el asunto. Sobre todo el Gobierno, que tanto presume ahora de escuchar a los científicos frente a los negacionistas. La situación del IEO de Vigo exige una intervención urgente, con una inversión decidida que permita renovar sus infraestructuras, dotarlo de los recursos necesarios y devolverle su papel como referente en la investigación marina. Sin más errores ni negligencias. Lo que está en juego no es solo la reputación de una institución, sino el futuro de nuestro mar y de quienes dependen de él.
Y a los investigadores que han callado durante todo este tiempo: de nada.
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