Opinión
Fogar de Donald Trump
Si pensamos en un país próspero, líder mundial en lo comercial y en lo cultural, es fácil que a la mente nos vengan los United Estates of America. Desde su cine que ilumina nuestras caras a diario, hasta sus grandes corporaciones (tecnológicas, militares, industriales…) los americanos siguen siendo en el mundo la aspiración máxima de cualquier nación, el espejo donde mirarse. Y razones les sobran. Con todo, siempre hay zonas grises, sombras que afean este buen hacer yanki que dejan a uno pensativo sobre si en verdad estas son las cualidades que necesitamos.
Por ejemplo, lo primero que sorprende de las rutinas escolares en Estados Unidos son los simulacros. Los hay anti-incendios, también para aprender a reaccionar ante un terremoto y, por desgracia, más recientemente, se han implementado las alertas contra el «tirador activo». A diferencia de los anteriores, en este, la clave es permanecer. No huir. No escapar. Encerrarse en el aula, dificultar el acceso bloqueando puertas, entorpecer el camino al tipejo peligroso con rifle cargado… quedar en silencio, tan quietos, como si los alumnos ya la hubiesen palmado. Representar un teatro. Aunque tanto para los más peques como a la chavalada adolescente tiene que ser bastante sorprendente (¿traumático?) este estraño «juego del escondite». Quizás de tanto repetirlo una y otra vez, las niñas y niños interioricen una rutina, sin pararse a pensarla.
"Unos 4.000 niños son víctimas cada año de las armas de fuego en EE UU y, curiosamente, mueren -sobre todo- en sus casas, en el barrio"
Lo inquietante es cuando una mente avispada justifica que la mejor idea para repeler al «tirador armado» no sea el «Shhh… guardamos silencio»; sino dotar cada escuela de unas cuantas mini-armerías, cargadas con cartuchos y fusiles semiautomáticos (tipo AR-15, curiosamente también los más empleados en tiroteos masivos a la población) de las que echar mano cuando el asesino en potencia aparezca de la nada. Lo ponen en práctica algunos coles de Texas. Claro, los educadores, los profes, son quienes deben disparar al intruso.
Desconozco si esta medida acabará triunfando, de modo que al guardia de la entrada, al arco detector de metales, a las cámaras de vigilancia y al recinto cerrado le habrá que sumar, en breve, unos cuantos cajones armeros. Lo que sí es real es que las armas de fuego son la principal causa de muerte infantil en Estados Unidos. Unos 4.000 niños son víctimas cada año y, curiosamente, mueren -sobre todo- en sus casas, en el barrio. A pesar de las matanzas de Uvalde o Columbine, los lugares más seguros continúan siendo los centros educativos. Por eso que llevar más balas, más armas, parece un sinsentido, pero el negocio de la seguridad escolar mueve miles de millones de dólares (y muchísimos votos) con lo cual nada es imposible. A partir del 20 de enero esperamos novedades en el fogar de Donald Trump. Permanezcan atentos.
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