Opinión

Bolaños vapulea a Cayetana

Se necesita un poco de contexto. Compré el libro «Políticamente indeseable» de Cayetana Alvarez de Toledo, lo promocioné en público y lo comparé favorablemente a otras biografías simultáneas como el «Con todo» de Íñigo Errejón. Por tanto, he invertido más en la diputada del PP que la mayoría de sus creyentes. Del ministro Bolaños, y pronto se entenderá este exótico emparejamiento, me basta señalar que lo perfilé como «El hombre que susurraba a las vacas», en su famosa campaña castellana y leonesa.

Con este favoritismo descarado hacia la deslenguada Cayetana, recibí la «Interpelación al ministro gutural» que la propia diputada exaltaba en sus redes la semana pasada como una versión castiza de «La matanza de Texas», con el titular de «Justicia en ministro ajusticiado». Debo resaltar que he saboreado los cuarenta minutos del intercambio de descalificaciones, pero también que la diputada de PP/Vox muestra un valor inusitado al promocionar un debate del que sale aniquilada. Los titulares de sus monaguillos de la extrema derecha, con sus «demoledora» y «hunde», solo convencerán a quienes se detengan en la carátula del espectáculo más brillante y despiadado de la legislatura. Con Bolaños de vencedor inesperado.

«Bolaños vapulea a Cayetana», el titular que nunca esperé escribir. La diputada se muestra aseada, verbosa, letrada, en exceso pedagógica, demasiado leída y leedora de un texto precocinado. En su papel. La sorpresa huracanada consiste en un ministro que devuelve con destreza cien golpes por cada uno de los recibidos, de memoria y sin necesidad de recurrir al grito. Localiza los puntos débiles de la ofensiva de la congresista díscola del PP, ahora Junts no es tan malo, para anularla. La contrarréplica, que nuestra heroína también llevaba preparada de antemano, no logró neutralizar el vendaval. Cayetana sufría porque es demasiado inteligente para no enterarse de que algo había fallado. La tensión retrocede en el segundo asalto, porque el ministro humilla a su rival al compadecerse de ella. Aun así, le asesta la estocada certera de acusarla de predicar el acercamiento de la transición y de practicar el enfrentamiento de una guerra cultural a muerte.

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