Opinión

La venganza de Zelenski

El presidente Vladimir Zelenski ha cumplido su amenaza de no prolongar el contrato que permite el suministro de gas ruso a Eslovaquia y Hungría a través de territorio ucraniano.

El contrato termina a finales de año y su no prolongación dejará desabastecidos a los, al menos de momento, dos únicos países de la UE partidarios de negociar con el Kremlin el cese de las hostilidades en Ucrania.

Los gobiernos de Bratislava y Budapest pidieron el pasado verano a la Comisión Europea que intercediera en su favor cerca del de Kiev, pero esa parece haber hecho oídos a su petición.

Tanto el primer ministro húngaro, el derechista Viktor Orbán, que ocupa hasta fin de año el turno de presidencia de la UE, como su homólogo eslovaco, el socialdemócrata Robert Fico, han provocado la ira de Bruselas por sus visitas al Kremlin.

También el jefe del mayor partido de oposición de Bratislava, Eslovaquia Progresista, Michal Simecka, criticó el viaje de Fico a Moscú para entrevistarse con el presidente Vladimir Putin, y dijo que se había comportado como un “colaboracionista”.

Fico se felicitó en cambio de la invitación que le había hecho el presidente ruso para asistir el próximo mayo al 80 aniversario de la victoria sobre el régimen hitleriano y expresó el agradecimiento de Eslovaquia al papel del Ejército soviético en la derrota del “fascismo alemán”.

La suspensión del contrato del gas ruso con Ucrania supondrá para Eslovaquia, que tendrá que recurrir a otros países, un gasto adicional de 220 millones de euros.

«La suspensión del contrato del gas ruso con Ucrania supondrá para Eslovaquia un gasto millonario adicional»

A mediados de diciembre, Fico había garantizado a la población que no subiría el precio de la energía para uso doméstico, algo que ya difícilmente va a poder cumplir, lo que provocará el descontento ciudadano, para satisfacción de Kiev y tal vez también de Bruselas.

La mayoría de los países de la UE tratan de mantener un frente unido de oposición a cualquier intento de negociación con Rusia, como quieren, por el contrario, esos dos gobiernos díscolos y se propone hacer también el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump.

Tanto la presidenta de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyen, como el nuevo secretario general de la OTAN, el ex primer ministro holandés Mark Rutte, solo hablan de seguir armando a Ucrania, y la posición de Trump, favorable en cambio a hablar con Putin, parece provocarles pánico a los europeos.

Es significativo que no solo Rutte se esté mostrando incluso más beligerante retóricamente con Rusia que su predecesor, el noruego Jens Stoltenberg, sino que lo mismo ocurra con la sucesora de Josep Borrell al frente de la política exterior y seguridad europea, la exjefa del Gobierno esloveno, Kaja Kallas.

En contraposición a la actual debilidad del eje franco alemán, parece coger más fuerza la que el exjefe del Pentágono y conocido ‘halcón’ Donald Rumsfeld calificaba de «Nueva Europa», Polonia, Rumanía y las repúblicas bálticas, países todos ellos, por razones sobre todo históricas, mucho más hostiles a Rusia.

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