Opinión
La muerte de la novela
Tras un libro de ficción todos vamos a la búsqueda de algo que nos cambie la vida
Hace tiempo que no se oye decir en alto a un escritor que la novela está muerta. Raro. No sé qué pasa. Cuando alguien lo anuncia, esa muerte ocupa algunos titulares y causa un incendio que se apaga con la punta de un zapato. Y a otra cosa. La frase «la novela está muerta» representa apenas un alto en la novela que, muy seguramente, los escritores que la pronuncian están escribiendo. Supongo que, pese a todo, se pueden escribir novelas muertas. Nada cambia demasiado el decirlo. Es como no decirlo, en realidad, salvo que pasas a engrosar una lista de autores que lo hicieron antes que tú: Tom Wolfe, Milan Kundera, Roland Barthes, Félix de Azúa, Michel Hirst, Eduardo Mendoza...
La novela lo soporta todo, incluida su muerte periódica. Lo veremos estas Navidades: regalo oficial en miles y miles de casas. Quizás sean el último clavo ardiendo. Cómo no agarrarse a él. Ni que te vuelvas loco sueltas la novela como género. Hablando de locura, hace más de siglo y medio, en el estado de Virginia, se levantó el Trans-Allegheny Lunatic Asylum, un sanatorio diseñado siguiendo el plan Kirkbride, según el cual la salud mental de los pacientes mejoraba si se les dispensaba un trato humano y se les internaba en lugares soleados y confortables, con habitaciones amplias, luminosas, bien ventiladas y decoradas con buen gusto. Entre los años 1864 y 1889, la institución elaboró un catálogo de razones que podían justificar el ingreso entre sus muros. Junto a los síntomas habituales, se señalaban otros más extravagantes, como la patada de un caballo en la cabeza, las supersticiones, la excitación política, la masturbación ininterrumpida durante más de treinta años, la supresión repentina de la masturbación, el exceso de estudio, las malas compañías o el whisky de ínfima calidad. Nada que no fuese normal en el siglo XIX. Perdido en las decenas de síntomas, el Trans-Allegheny incluía la lectura de novelas. En el fondo, cuando abrimos un libro de ficción todos vamos a la búsqueda de algo que nos cambie la vida, o la forma de pensarla, aunque solo sea durante unos minutos. Es una operación hipnótica, intensa y fugaz.
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