Opinión

«Yaki», ¿qué hay de lo nuestro?

Leo con mucha envidia —tengo que admitirlo— la noticia de que Stellantis y el gigante chino CATL invertirán 4.100 millones de euros en una gigafactoría de baterías para el vehículo eléctrico en Zaragoza. Sí, 4.100 kilos, muy por encima de los 3.000 que se barajaban al principio para este proyecto, por el que Galicia —y con Galicia me refiero a la Xunta y al sector— nunca peleó por consejo de la propia Stellantis. No perdimos la batalla, porque no llegamos a batirnos en duelo.

A Stellantis nunca le interesó que Galicia tuviera una planta de baterías… Bueno, sí que le interesó, pero hace mucho. Fue a principios del s. XXI, cuando una joint-venture formada por las japonesas Mitsubishi y GS Yuasa a punto estuvo de invertir algo más de 2.500 millones de euros en suelo gallego en la que pudo ser la primera gigafactoría de Europa, con el apoyo explícito y la mediación de la entonces PSA Peugeot Citroën. Aquella oportunidad se perdió, primero porque no había terrenos que ofrecer a los japoneses —la Plisan, que era la única opción por metros, seguía envuelta en litigios con los antiguos propietarios— y segundo porque el tsunami de 2011 paralizó las inversiones exteriores de la industria nipona.

Vamos, que pudimos ser pioneros en Europa… y somos los últimos. Stellantis, me consta, asegura a sus colaboradores que es positivo para Vigo que Figueruelas vaya a contar con una fábrica de baterías —mejor traerlas de Zaragoza que directamente desde China, como ahora—, que Balaídos lleva 35 años —desde que cerró el centro de motores de San Cibrao, en Ourense— sin planta de motores y no ha pasado nada, que nosotros fabricamos coches y lo que tenemos que lograr es mantener lo que tenemos, es decir, las dos líneas de producción y la carga de trabajo. A lo que yo replico, con un símil futbolístico: la manera más fácil de perder es salir a empatar.

Pues eso, un caso perdido. No admitirán el error estratégico de renunciar a una planta de baterías en Galicia, ellos sabrán por qué. Como empresa privada, Stellantis puede hacer lo que le dé la gana; otra cosa es que le compremos el argumento. Si yo fuese directivo del grupo, haría lo mismo: Zaragoza ofrece suelo gratis, energía renovable por un tubo, cero burocracia y dinero a espuertas, tanto del Gobierno central, a través de las sucesivas convocatorias de los Perte, como del regional. Por algo será que Aragón está captando más inversiones industriales que cualquier otra autonomía, incluyendo los codiciados centros de datos. Así sonríe Azcón.

Lo que más mosquea es que en 2018, desde la Zona Franca, se contactó con CATL para estudiar la posibilidad de implantarse en Galicia y colaborar con el entonces Grupo PSA, a lo que importantes directivos de la compañía en Vigo respondieron con un sonoro y rotundo «no». Curiosamente, los mismos directivos que seis años después allanaron el camino al gigante chino para la gigafactoría de Zaragoza. Algún día tendrán que rendir cuentas.

Mientras, aquí seguimos preguntándonos: «‘Yaki’, ¿qué hay de lo nuestro?». Confiemos en que más pronto que tarde el presidente del Consejo de Administración y CEO interino de Stellantis hasta que se nombre a un sustituto para Tavares, John Elkann (al que se le conoce como «Yaki» en sus círculos íntimos), confirme la nueva plataforma STLA Small y un reemplazo para el Peugeot 2008. Al menos atar el empate. Eso sí, no olvidemos que a veces el que perdona, pierde.

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