Opinión | Crónicas galantes
Cuéntele su vida al del hotel
Hasta treinta o cuarenta datos personales y obviamente transferibles tendrá que desembuchar desde ya cualquier ciudadano para alojarse en un hotel. Aunque no conozcamos de nada al hostelero, devenido en confesor, la nueva ley nos obliga a proporcionarle detalles privados tales que el número de teléfono, la fecha de nacimiento, el correo electrónico, el domicilio y el número de la tarjeta de crédito o cuenta del banco, además de ciertas relaciones de parentela.
Obviamente habrá que confesar también nuestro nombre completo, sexo, DNI y nacionalidad, aunque esto ya se pedía anteriormente. Al menos ya no exigen el Libro de Familia, como sucedía en tiempos más puritanos que estos.
Todos esos datos pasarán directamente a una Secretaría de Seguridad del Estado, si bien el Ministerio del Interior se ha apresurado a aclarar que estarán seguros y a salvo de miradas indiscretas.
Bueno es saberlo, ahora que un grupo de hackers asegura haberle robado unos cuantas gigas de datos de contribuyentes a la mismísima Hacienda; y que un fiscal general está siendo investigado bajo sospecha de deslizar a los medios ciertos papeles referidos a un particular. Lo primero sería un farol de los hackers; y lo segundo ha de tratarse, sin duda, de un error.
"Todavía queda gente en el mundo que siente cierto desasosiego al saber que una autoridad pueda disponer de sus huellas digitales"
Las exigencias del decreto de registro de huéspedes son lo más parecido a un striptease que ha urdido hasta ahora un gobierno; pero la disposición no suscitó gran queja entre los así desnudados en su intimidad. Se conoce que en España ya hay costumbre.
Aquí se acepta con asombrosa naturalidad la obligación de cargar con un DNI en el que se incluyen las huellas dactilares, tal que si los ciudadanos fuesen delincuentes en potencia. Se conoce que padecemos de crisis de identidad hasta el punto de necesitar un carné que confirme a su propietario —y a la Policía— que efectivamente es él y no cualquier otro que pasaba por ahí.
Habrá que ver qué pasa con los viajeros de países anglosajones, acostumbrados a que sus gobiernos los traten con mejores modales. Británicos y norteamericanos —entre muchos otros— no están obligados siquiera a disponer de un documento nacional de identidad ni a facilitar sus huellas al Estado, salvo que cometan algún delito. Puede que algunos de ellos encuentren extravagante y atentatoria contra su intimidad la petición de datos que es obligatoria desde el lunes en los hoteles de España.
Los nacionales de esos y otros países, como Australia, Canadá, Nueva Zelanda e incluso Japón, suelen encontrar intolerable que se les marque como al ganado con el crotal de un DNI. Por raro que aquí parezca, todavía queda gente en el mundo que siente cierto desasosiego al saber que una autoridad a menudo incontrolable como la del Estado pueda disponer de sus huellas digitales, su firma, filiación y foto. No digamos ya de su cuenta bancaria o su tarjeta de crédito.
Los únicos que han protestado, en realidad, son los hosteleros, quizá molestos por el papel de confesores del cliente que les asigna el Gobierno y, sobre todo, por el engorro que supone tan copiosa petición de datos a la hora de hacer el check-in. Y es que nadie, salvo el Estado, quiere que los demás le cuenten su vida.
Suscríbete para seguir leyendo
- Antonio David Flores regresa a la televisión tras su derrota judicial contra María Patiño: «Nunca olvidaré todo lo que has hecho»
- Dos gasolineras de Vigo tiran los precios y permiten un ahorro de más de 20 euros por depósito
- Rescatan a un hombre que se subió a lo más alto de una grúa para lanzarse al vacío en Rosalía de Castro
- En libertad el cabecilla de la red que traficaba con Rivotril y en la que están implicados médicos de Cangas y Vigo
- El alcance total del patrocinio del Celta a 'La Revuelta' equivale a casi 17 millones de euros
- Sanidade permite seguir ejerciendo a los cinco médicos investigados por la red de tráfico de Rivotril en Cangas y Vigo
- Una valla publicitaria de ocho metros en Gran Vía para declararse: «¿Rubén, quieres casarte conmigo?»
- Dueños exigen a inquilinos el abono del seguro de impago de alquiler en Vigo: «Es un abuso»