Opinión

La R de Cercas

Las labores del nuevo «guardián» de la RAE

Era lunes y tenía el periódico abierto por las páginas de cultura. En una de ellas se veía a Javier Cercas posando debajo de un hermoso perchero que hay en la RAE: acababa de ingresar en la institución. Cuando me di cuenta, mi hija estaba de pie detrás de mí, estudiando esa página del diario. «La lectura es una forma de conocimiento de uno mismo y de los demás, como el sexo», rezaba el titular. Temí que, con esa brutalidad tan suya para llamar la atención sobre las cosas evidentes, me preguntase algo relacionado con el tema. Recordé cuando Christopher Hitchens contó el apuro que pasó un amigo que se encontraba en la misma habitación que su hija pequeña el día que la televisión informó de que el presidente de los Estados Unidos había tenido sexo oral en un vestíbulo del Despacho Oval. Ese amigo se sintió muy aliviado cuando la niña finalmente preguntó: «Papi, ¿qué es un vestíbulo?».

Helena, en un giro inesperado que me hizo albergar esperanzas en el futuro, obvió el titular y se interesó por el subtítulo, donde se detallaba que el escritor catalán ocuparía la silla R de la RAE. Le expliqué cómo se organizaba la Academia, y quiso saber si Cercas iba a ser el guardián de la letra R, como parecía lógico. Me quedé pensativo un segundo de dramática duración, y dije: «¿Debería, no crees?» Empezamos a improvisar absurdas tareas a las que uno podía dedicase para favorecer los intereses de la R. La primera fue subvertir el orden alfabético. La R llegaba demasiado tarde, y siempre después de la Q, que a Helena le daba una extraña mala espina. Nos pareció, también, que Cercas debía consagrarse con uñas y dientes a inventar nuevas palabras que acrecentasen la influencia de su letra en el Diccionario. Ejemplos: «Refliche», «Runcla», «Risar». Como novelista, creíamos inevitable que sus personajes se llamasen en adelante Ramón, Rosa, Ramiro, Ricardo, Rita, Renata, Ronaldo, Roni, etcétera, y vivir en países como Rusia, Rumanía o Ruanda. Y si la historia debía transcurrir en España necesariamente, que al menos los protagonistas viviesen en Reus, Rota, Requena, Rivas o Redondela.

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