Opinión | El trasluz
Un relato gratuito
Poseen esta función liberadora, pues te permiten colocar fuera el pánico que llevas dentro

Dos personas cenando. / Shutterstock
En la mesa de al lado, una señora dice:
-Yo, a mi padre, le echo gotas en los ojos.
-Ya- responde la que supongo que es su amiga.
Imagino a la mujer inclinada sobre el rostro del anciano, administrándole el colirio. He ahí un gesto cotidiano de bondad.
Tras unos minutos de silencio, durante los que el camarero ha servido las consumiciones solicitadas, le señora continúa:
-El caso es que hace poco, en vez de ponerle las de los ojos, le eché por error las gotas de un pegamento cuyo frasco es prácticamente idéntico al del colirio.
La amiga, lejos de horrorizarse, hace un gesto de comprensión mientras aplica la mantequilla a la tostada. Al notar que permanezco a la escucha, callan de nuevo.
Conozco esos frascos de pegamento que se parecen a los del colirio y les tengo pánico, pues también yo necesito gotas para los ojos desde que me operé de cataratas. No permito que nadie me las ponga y, antes de administrármelas yo mismo, compruebo varias veces la etiqueta, para no equivocarme. Aun así, siempre utilizo el medicamento con aprensión. ¿Y si un farmacéutico loco hubiera inyectado en el recipiente del fármaco, que es de plástico, una sustancia dañina?
En este punto, mi imaginación suele desviarse hacia la construcción de un relato policiaco o de terror. Los relatos poseen esta función liberadora, pues te permiten colocar fuera el pánico que llevas dentro. Una vez que te instalas mentalmente en la historia, vas hallando la paz sin necesidad de recurrir a sustancia alguna.
La mujer de la mesa de al lado, cuando cree que he dejado de prestarle atención, confiesa, aunque en voz más baja (no importa, estoy entrenado y tengo buen oído) que a su padre se le han quedado los párpados pegados.
-Como si se los hubieran cosido- añade.
-¡Vaya lío!- exclama la amiga.
-Pues sí, pero los dos hemos llegado al acuerdo implícito de que aquí no ha pasado nada. De hecho, ayer mismo me pidió que le pusiera la tele.
Significa que ya tengo el cuento de terror hecho. La realidad los construye a veces de este modo inesperado. Gracias.
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