Opinión
Un agujerito
Problemas sin resolver
En el primer párrafo de «Pregúntale al polvo», de John Fante, su protagonista estaba ante un problema merecedor de una atención enorme: debía pagar la habitación de la pensión en la que se hospedaba o irse. Era lo que decía la nota que la propietaria le había deslizado por debajo de la puerta. ¿Qué hizo, cómo resolvió el problema? «Lo resolví apagando la luz y echándome a dormir». Siempre pienso en el comienzo de esta novela cuando deseo comprender cómo llegan a pasar algunas cosas; me refiero a cosas inconcebibles, con un final funesto, ante el que todos nos llevamos las manos a la cabeza, más horrorizados que sorprendidos, pero también a cosas corrientes que apenas necesitarían de una pequeña maniobra para enderezarse.
Hacer frente a un problema es un reto constante. Resulta tentador mirar hacia otro lado, procrastinar, relegar, posponer. Nos gusta pensar que si son problemas pequeños, seguramente se arreglarán solos; y si son grandes, les pondrán remedio otros, con más cabeza y responsabilidades que nosotros. La influencia de las ficciones y los superhéroes nos empujan a creer que, en el momento preciso, sucederá algo providencial que evitará el caos. Error.
La inacción te condena. Los problemas sin resolver siempre vuelven, más grandes, más feos. No recuerdo quién decía que cuando te haces pis encima, el calorcito de los pantalones te dura solo un rato. Sí recuerdo, en cambio, qué le dijo en una ocasión un amigo a su hijo: «Haz algo, aunque sea cruzarte de brazos». Todo esto viene a cuento, en realidad, de que hace un par de meses vi un agujerito en la entrepierna de un pantalón. No le concedía importancia.
Demasiado pequeño. No hice nada. Había que mirarlo fijamente para verlo. Pasaron las semanas, durante las que seguí usando el pantalón. Este domingo, en mitad de un coloquio, descubrí con espanto que mi inacción había agrandado el agujero hasta extremos patéticos, y que debía ser imposible para los presentes, sentados enfrente, no sentirse abismados por su tamaño: casi cabía una mano. En resumen: en caso de duda, haz algo.
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